Como os decíamos ayer hoy hemos vuelto a Croacia, aunque no será por mucho tiempo ya que en un par de días esperamos saltar hacia Montenegro.
Hemos salido de Neum y casi sin darnos cuenta, ya estábamos de nuevo en la frontera croata. Esta vez nos han invitado a pasar sin pedirnos la documentación. Se ve que los controles son un tanto aleatorios.

Si todas las fronteras huelen a artificio esta, sin duda, más todavía. Por cierto, gracias a Sergio Tierno por dedicarnos una entrada de su blog «Un libro del mundo» y gracias por recordar su interesante entrada sobre Neum, que os dejamos en este enlace.
Hemos venido pedaleando a buen ritmo. Cuando ocurre esto y sientes que la bici avanza alegre y sin demasiado esfuerzo, suele ser síntoma de que tienes el aire de popa, aunque éste no se perciba con demasiada evidencia. Cuando sopla de proa enseguida te acuerdas de él.
La Península de Pelsejac forma un entrante de agua que se va estrechando cada vez más según llega a su punto de partida, cerca de Mali Ston. Este pueblo tiene una estampa preciosa en la distancia, con su impresionante muralla del siglo XIV.
Dicen las guías que es la segunda muralla defensiva más larga tras la muralla China. No tenemos datos pero nos parece mucho decir. No obstante, tiene una longitud nada desdeñable de 7 km. En una etapa anterior ya habíamos visto algo parecido pero esta, desde luego, impresiona más. Se construyo una vez conquistada esta plaza por la República de Ragusa (actual Dubrovnic), para proteger las salinas del lugar que, por lo visto, generaban pingües beneficios. Hoy en día lo que parece que resulta lucrativo es la cría de moluscos puesto que hay bateas por todas partes. Son famosos los mejillones y ostras de Ston pero a las once de la mañana se nos hacía raro almorzar bivalvos.
Tras un tramo alejados de la costa hemos vuelto a ella bordeando una escarpada ladera con vistas espectaculares a una gran bahía cercada de islas.
Un poco después hemos parado a comer en un pequeño pueblo playero llamado Slano. A partir de ahí la carretera no abandona la línea costera y, aunque no deja de haber subidas y bajadas, ya no presenta grandes desniveles.

Hoy nos hemos encontrado con bastantes colegas de alforjas. La mayoría de ellos en dirección contraria a la nuestra pero, cerca ya de Dubrovnic, hemos estado charlando con dos chavales nórdicos, jovencillos y con la piel quemadísima por el sol que venían hacia aquí también aunque su ruta es más ambiciosa que la nuestra. Nos han contado que tienen un año por delante y pretenden llegar a la India, ¡vaya viajazo!. Es asombroso lo lejos que se puede llegar pedaleando con tiempo.
Toda esta parte de costa es bastante abrupta pero, de tanto en tanto, aparecen pequeñas calas de aguas turquesa custodiadas con celo por escarpadas laderas calizas. Más de una vez hemos estado tentados de bajar a darnos un baño, aunque al final hemos el descenso nos ha hecho desistir.
La entrada a Dubrovnic se hace por un imponente puente de tirantes llamado Franjo Tudman, en homenaje al lider de la independencia croata. Recuerdo que en mi anterior visita por aquí aún no estaba acabado.

Hemos subido por la carretera principal, quizás más de lo que deberíamos, pero a cambio hemos recibido unas estupendas vistas de la ciudad de Dubrovnik.


Nos quedaremos un par de días por aquí disfrutando del lugar y preparando nuestra próxima parte del viaje por tierras montenegrinas y albanesas.