Etapa 44: Patras – Egialia (36 Km)

Como os contamos en la última entrada, hemos dado un salto geográfico vía marítima. Desde Vlöre nos embarcamos hacia Brindisi para visitar a Diego, Julie, Eliseo y Maxime. Hemos pasado unos maravillosos días junto a ellos.

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En la columna de la Vía Apia con Diego, Julie, Maxime y Eliseo

Con Julie visitamos el bello Ostuni, un hermoso lugar de casas blancas del que ni siquiera habíamos oído hablar y que nos encandiló.

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Casa en Ostuni

También fuimos a la deslumbrante Lecce, la Florencia del sur, como la llaman. Una ciudad de la que es difícil decir algo salvo que, si podéis, la visitéis. Abruma con su riqueza monumental y su armónico conjunto de edificios de piedra caliza.

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Y hemos disfrutado de los encantos de Brindisi, quizás un poco más discretos que los de sus vecinas, pero no menos interesantes. Es esta una antigua ciudad portuaria con siglos de historia y eso no hace falta mostrarlo, se respira en su ambiente, sus calles vecinas al puerto, su escalinata de colofón de la vía Apia y en algunas de sus iglesias como la sobria catedral o el bello templo de San Giovanni al Sepolcro, que nos descubrió Diego.

En fin, que han sido un regalo de días en compañía de amigos a los que queremos muchísimo. ¡Esperamos volver a poder veros pronto!

Anoche tomamos el ferry de Brindisi a Patras, una ciudad del norte del Peloponeso. Ha sido un largo viaje de quince horas que, realmente, se nos ha hecho más ameno de lo que pensábamos. Hemos pasado junto a la costa de Corfú. En Igoumenitsa ha desembarcado la mayor parte del pasaje, quedándonos en familia para el resto del trayecto. Había mucha gente de Bulgaria entre los pasajeros, ya que este ferry les ahorra unas cuantas horas de carretera por el norte de Italia.

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La silueta de Ítaca

Ya en pleno día, hemos acariciado las aguas de la cantada Ítaca, envuelta por los montes de Kefalonia y, finalmente, el barco ha encarado la proa hacia el golfo de Corinto, llegando a Patras hacia las 14:00h.

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Llegando a Patras

Así que hoy hemos dado nuestras primeras pedaladas por el país heleno.

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Escriben un poco raro aquí

Hemos querido aprovechar lo que quedaba de tarde para avanzar un poco de camino,  así que, después de comer unos souvlakis (van por ti Diego, jeje) en un restaurante del centro de Patras, hemos continuado el camino junto a la antigua nacional que unía (y une) esta ciudad con Atenas. Es una carretera en muy buen estado y con muy poco tráfico ya que casi todo el mundo va por la moderna autovía. La nacional va siempre pegada a la costa sur del golfo de Corinto, así que hemos tenido en todo momento el mar a babor.

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El golfo de Corinto a babor

Hemos pasado junto al gran puente que une ambas costas del golfo y por el que hubiéramos cruzado de haber venido en bici desde Albania. Estas aguas son lo que se conocía antiguamente como Golfo de Lepanto, lugar de la célebre batalla contra el turco en la que, como sabéis, Cervantes perdió un brazo.

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Puente Rion-Antirion y golfo de Lepanto

Finalmente hemos visto un pequeño camping junto a la playa y hemos decidido quedarnos aquí. Es un lugar con unas hermosas vistas a las aguas del golfo, que mañana seguirán acompañándonos todo el camino.

Etapa 43: Fior – Vlöre (36 Km)

Esta mañana hemos dejado Fior tras pasar ayer una estupenda tarde de descanso. Hoy el día ha salido caluroso pero no tanto como ayer, así que hemos venido disfrutando del pedaleo. Nuestro objetivo era llegar antes de la una al puerto de Vlöre para coger un ferry hasta Brindisi. Vamos a hacer un alto en el camino y un salto geográfico. Cuando se está tan cerca de los grandes amigos no se puede dejar pasar la ocasión de visitarles. De Brindisi saltaremos a Patras para pedalear hasta la capital helena y acabar allí esta aventura.

Desde Fior hemos seguido la antigua ruta hacia Vlöre. Actualmente hay una autovía que conecta ambas ciudades así que la vieja carretera apenas tiene tráfico pero sí muchas zonas de baches. A decir verdad, preferimos los baches a los coches.

Poco después de Fior hay un cruce de caminos. Un ramal de la carretera se dirige al interior, hacia la zona de Gyrokaster, y el otro hacia Vlöre. 

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Intersección para ir a Gjirokaster

Antes de llegar a Vlöre hay una zona de marismas y salinas y bastantes olivos y vides; el paisaje cobra un marcado carácter mediterráneo.

Poco después de las doce entrábamos en Vlöre, Valona en italiano, una animada ciudad portuaria. Hemos pasado junto a la antigua mezquita otomana, un bello y sencillo edificio.

Hemos embarcado rumbo a Italia, a la que llegaremos en apenas cinco horas, así que nos hemos despedido de Albania hasta la próxima ocasión.

Ahora, al menos, ya no nos resulta un territorio tan desconocido. Albania tiene fama de hospitalaria y desde luego, nos llevamos un buen recuerdo de sus gentes, cercanas y amables con el extranjero. A pesar de todas las dificultades, excesos y carencias del país, esta tierra deja una marca en el corazón.

Etapa 42: Cerm Siper – Fior (53 Km)

Hoy pensábamos hacer una etapa más larga, hasta Vlöre, pero el intenso calor nos ha hecho replantear la ruta así que la hemos divido en dos. Hemos parado en una ciudad llamada Fior y mañana continuaremos hasta Vlöre.

Más allá del calor, la etapa ha sido muy agradable, pedaleando por carreteras sin apenas coches y por solitarios caminos rurales. Eso sí, todo salpicado de baches y algunos charcos, para no aburrirnos.

Hemos ido casi todo el camino cerca de la costa. Por aquí se ve más riqueza agrícola y tierras más cuidadas. Hemos pasado junto a algunos invernaderos a tope de tomates. Y había mucha gente agachando el lomo para recoger patatas. La verdad es que según pegaba el sol hoy no nos daban ninguna envidia. Ellos pensarían lo mismo de los dos ciclistas locos, claro.

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Invernaderos con tomates

Hemos cruzado un tramo de tierra en bastante mal estado en el que nos hemos encontrado con un simpático hombre, de unos cincuenta años, que hablaba un estupendo italiano. Nos ha contado que el vive en Roma, pero antes vivió en Atenas así que habla italiano y griego. Que por aquí ve pasar a bastantes cicloturistas (franceses, australianos, italianos, alemanes…). Le hemos dicho que claro, esto es una de las rutas de europeas de bici (eurovelo 8). Él decía que se ha quejado varias veces al municipio para que arreglen un poco el camino pero que es tontería. Ha hablado de la corrupción como algo común en todo el Mediterráneo. Nos ha dicho que en este pueblo son mayoría de ortodoxos, “pero no griego ortodoxos como piensa mucha gente, albano ortodoxos”. También hemos hablado del envejecimiento de la población albanesa. Todos los jóvenes, decía, se han ido del país y aquí solo quedan los mayores.

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El camino estaba un poco complicado

Nos hemos despedido de Gino, que así se llamaba y, bajo un sol de justicia, hemos continuado el pedaleo sudando a chorros. Finalmente hemos entrado en Fior hacia la una y media.

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Entrando en Fior

Lo primero que nos ha llamado la atención de la ciudad es que  tiene algunos barrios bien construidos, con calles nuevas y carriles bici. Pero lo que más resalta es el colorido de sus edificios. La mayoría son anodinos bloques residenciales de varias plantas pero todos ellos están pintados con llamativos colores, lo que hace bastante más agradable y luminosa la ciudad.

El centro de la misma está también reformado y la zona de la mezquita cuenta con una serie de jardines y fuentes construidos con gusto. Nos parece un acierto este tipo de urbanismo y habría que felicitar a la administración y al arquitecto que lo ha ideado. Ya que son ciudades sin un centro histórico de referencia hay que imaginar alternativas que les den algo de personalidad y una utilidad pública. En este caso creemos que lo han conseguido. 

Al atardecer, las calles rebosan de gente por todas partes. Los niños corretean y juegan en las plazas, los mayores se afanan en intensas partidas de dominó en un parque con mesas, y los jóvenes, sentados en las terrazas de los bares, toman café y charlan, quizás, de un futuro lejos de aquí. 

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Hombres jugando al ajedrez

Cerca de la ciudad están las ruinas de la que fue una importante colonia griega y después romana, Apollonia de Illiria. Nos hubiera gustado visitarla pero era un poco precipitado para la tarde que teníamos, así que hemos preferido pasear por las calles de Fior y descansar al fresco de las terrazas. Mañana haremos la segunda parte de esta etapa por fascículos hasta el puerto de Vlöre.

Etapa 41: Tirana – Cerm Siper (81 Km)

Hemos salido de Tirana lentamente, en una luminosa mañana de sábado. Primero, hemos pasado por la plaza Skanderbeg para despedirnos de la ciudad.

Después, hemos parado a desayunar en una acogedora cafetería cerca de la nueva mezquita de Namazgja . Hemos pasado junto a la Pirámide, un monumento famoso en la ciudad y ya abandonado. Antiguamente se llamaba Museo Enver Hoxha y fue construido por los hijos del dictador.

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La Pirámide

La salida se nos ha complicado un poco ya que en el Boulevard Dëshmoret e Kombit había una gran manifestación de la oposición al gobierno para pedir la dimisión de uno de sus ministros. Por love visto se ha descubierto que su hermano es traficante de drogas (o eso hemos entendido).

Lo cierto es que todo el centro de la ciudad estaba tomado por la policía y la mayor parte de las calles cortadas, así que hemos tenido que dar un rodeo. Esto nos ha llevado a algunos barrios populares interesantes, no por su arquitectura y urbanismo, que suelen ser anodinos, sino por la intensa vida en sus calles, bares, terrazas, mercados…

Entre un intenso tráfico hemos ido alejándonos de la ciudad. Según lo hacíamos, aquel remitía así que al final nos hemos quedado pedaleando por una carretera bastante tranquila aunque llena de baches. Y claro, nos ha tocado arreglar el primer pinchazo del viaje. Después de cuarenta días no está mal.

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Algunos tramos de baches

Hemos atravesado zonas de baja montaña y llanura. En esta parte se ve un poco más de riqueza agrícola, aunque todo lo que se produce es en términos de subsistencia. Apenas hay tractores y los que hay andan, al igual que los pobres perros de aquí, como pueden.

Después de unos treinta y cinco kilómetros de pedaleo hemos llegado a la playa de Dürres. Esta es una ciudad de larga historia pero nos quedaba un poco a desmano y nos hemos saltado la visita. Lo que no hemos perdonado es la comida, así que nos hemos sentado en una pequeña terraza a reponer fuerzas.

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Entre Durres y Tirana

Después de comer cuesta retomar el ritmo de pedaleo pero el viento a favor nos ha ayudado. Hemos ido serpenteando por pequeñas carreteras y caminos rurales ya que la carretera principal es autovía (a tramos eso sí) y es preferible evitarla.

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En algún momento nos ha tocado cargar con las bicis para cruzar la autovia por pasos peatonales, en otros hemos tenido que dar la vuelta por habernos equivocado; también hemos pasado por caminos de piedras, puestas a mala idea, que nos han hecho ir de bote en bote. Vamos, lo que se dice un etapa gymkana.

Pero eso sí, el paisaje y paisanaje rural es bastante pintoresco por aquí.

Tan entretenidos hemos venido que cuando nos hemos querido dar cuenta ya llevábamos ochenta kilómetros así que nos hemos parado en un pequeño hotel de carretera y hemos dado la etapa por concluida.

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Depóstios al atardecer desde el Hotel

Como no hay nada destacable que ver en los alrededores, hemos aprovechado para tomarnos una cerveza en el patio de la cafetería y cenar algo. Nos hemos vuelto un poco señoritos yendo de hoteles y restaurantes pero, con los precios de por aquí, podemos ejercer de lores de la bici. Esta noche ha sido la final de la liga europea de futbol y, todo hay que decirlo, en el restaurante la mayoría iba con el Liverpool. Mañana pretendemos llegar a una ciudad costera y portuaria, Vlöre. Ya os contaremos.

Etapa 40: Lezhë – Tirana (68 Km)

 

Hoy hemos llegado a Tirana, una ciudad de la que veníamos sin saber absolutamente nada y de la que ahora, al menos, tenemos algunas pinceladas.

Nuestros amigos croatas son muy madrugadores y cuando nos hemos levantado ya no estaban. Nosotros nos tomamos las cosas con bastante más calma y hemos emprendido camino hacia las nueve y media. Tras despedirnos de la entrañable gente del camping de Lezhë, hemos salido con dirección a Tirana. Queríamos evitar la carretera principal, que tiene mucho tráfico, y hemos buscado una ruta secundaria. Ha sido todo un acierto ya que hemos podido rodar muy tranquilos y encima con viento a favor.

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Pedaleando tranquilamente

Los kilómetros han pasado rápido mientras cruzábamos pequeñas aldeas y campos de cultivo. También hay que decirlo, con bastante suciedad por todas partes, especialmente en los ríos, absolutamente maltratados. Casi tanto como los pobres perros, que tienen pinta de llevar muy mala vida por aquí.

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Un río blanquecino de algún vertido

El paisaje en algunos momentos se convierte en un escenario de distopía futurista, como cuando hemos pasado junto a una gran fábrica abandonada.

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Restos de una fábrica abandonada

Es lo que tiene la pobreza. Sin recursos es difícil construir, mantener, limpiar, ordenar… por eso, a pesar de constatar esta realidad, no queremos convertirnos en jueces de la misma. Pero lo que no pasamos es el llamar a una de las principales calles de Tirana George W. Bush, eso ya es mal gusto.

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Calle George W. Bush

Hemos cruzado por pueblos en los que destacaba la torre de una iglesia y otros en los que apuntaba hacia el cielo el minarete de la mezquita. Vamos, que conviven unos con otros sin demasiados conflictos aparentes. Y eso dice mucho en positivo de esta sociedad.

Los niños de los pueblos saludaban efusivamente a nuestro paso preguntando de dónde veníamos. Esa curiosidad por el extranjero sólo hemos empezado a verla por aquí. Quizás es que aún no estén saturados de «guiris» como en otros países vecinos.

Como decíamos, íbamos pedaleando tranquilos por la ruta secundaria hasta que nos hemos topado con un terraplén que cortaba la carretera.

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Carretera cortada

Hemos pensado que sería por algún obstáculo para los coches, como nos ha pasado otras veces, así que lo hemos sorteado y hemos continuado. Bueno, lo hemos intentado.

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Puente caído en la carretera

Tras ver el puente hecho añicos no nos ha quedado otra que retroceder y buscar la carretera principal. Tenía mucho más tráfico, si, pero al menos podíamos avanzar. Además, en algunos tramos tiene una especie de carril para vehículos lentos (carros, motos, motocarros…) que te permite ir un poco más tranquilo.

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Carretera principal

Desde la bici, este es uno de los aspectos que más llaman la atención, las deficientes infraestructuras. Es difícil buscar rutas alternativas a las pocas carreteras principales que hay ya que no existe una red desarrollada, la mayoría de ellas muere sin enlazar con otras. Y las pocas que hay ya veis cómo están.

La única ventaja de la carretera principal es que es más directa, así que hemos hecho menos kilómetros de los que esperábamos.

Antes de comer estábamos entrando en Tirana y no ha sido fácil. El caos del tráfico es considerable y hay que andar con cien ojos, incluso hacia el suelo ya que es difícil encontrar alguna tapa de alcantarilla en su sitio.

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Las tapas de las alcantarillas brillan… por su ausencia

Pero finalmente lo hemos conseguido. Bastante cansados por el intenso pedaleo que hemos traído y el estrés del tráfico, hemos parado a comer algo y relajarnos. Después hemos buscado una habitación y nos hemos dado un buen garbeo por el centro de Tirana.

Al principio, es una ciudad que no sabes por dónde coger. No tiene un centro histórico como tal, que es precisamente lo primero que buscas para entender una ciudad, así que nos ha costado un poco orientarnos y buscar los puntos de referencia. Pero una vez llegas a la plaza Skanderbeg, que es su centro neurálgico, y paseas por sus alrededores comienzas a cogerle el pulso. Verdaderamente, no es lo que entendemos por una ciudad bonita, no hay que engañarse, pero según la vas conociendo vas descubriendo un cierto deje oriental, casi intangible, que la hace atractiva, especialmente a partir del atardecer.

Además, se nota el esfuerzo por parte de la administración por humanizar el centro de la ciudad. Toda la plaza Skanderbeg y sus alrededores están en pleno proceso de renovación. Se está restaurando la vieja mezquita Et´hem Bej, de época otomana, mientras se está construyendo otra inmensa cerca de ella.

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Nueva mezquita Xhamia e Namazgjase en construcción

Hay una zona peatonal en el Parque Rinia, que al atardecer se llena de gente paseando, con terrazas de bares y restaurantes. La verdad es que hemos estado muy a gusto disfrutando de la desconocida Tirana.

Después de cenar estupendamente en una terraza junto a la nueva mezquita de Xhamia e Namazgjase y comernos un helado de un puesto callejero, hemos vuelto para el hotel. Hemos recorrido una parte ínfima de la ciudad pero ésta ya nos ha dejado huella en la memoria. Mañana continuaremos nuestras andanzas por tierras albanesas.

Etapa 39: Muriqan – Lezhë (64 Km)

El día ha salido con un sol radiante, así que hoy ya hemos podido empezar el pedaleo por tierras de Albania. El personal del hotel en el que tuvimos que quedarnos anoche, debido a la lluvia, nos ha tratado muy bien, especialmente Amir, y esta mañana nos han agasajado con un estupendo desayuno. Nos habían hablado de la hospitalidad albananesa y, en esta cortísima experiencia, podemos corroborarlo.

Hemos empezado el pedaleo y lo primero que nos ha llamado la atención son algunos de los vehículos que nos hemos ido cruzando por la carretera (carros tirados por animales, motocarros para llevar todo tipo de carga, parejas de ancianos en moto sin casco, por supuesto…).

Uno de los motocarros tan frecuentes por aquí

En una hora entrábamos en Shkodër. No teníamos por qué venir necesariamente a la ciudad pero queríamos conocerla, así que nos hemos desviado para visitarla. Lo primero que llama la atención de la ciudad es un cierto caos en el tráfico, una intensa vitalidad en sus calles y la cantidad de pequeños puestos de venta ofreciendo todo tipo de mercancías. Por un momento se dejan ver pinceladas africanas.

Hemos llegado al centro de la ciudad y, dando una pequeña vuelta junto  a la mezquita Xhamia e Madhe, nos hemos vuelto a encontrar con nuestros viejos amigos alemanes, con los que ya es la tercera o cuarta vez que nos cruzamos. Esta vez venían acompañados de dos simpáticos ingleses que van de Londres a Estambul. Estos van contando su viaje a través de instagram con unas fotos maravillosas. Os dejamos el enlace por si queréis verlas: @hackisoutthere

Después de pasear un rato por Shkodër y cambiar algo de dinero, hemos reemprendido la marcha. A los pocos kilómetros de dejar la ciudad nos han alacanzado dos ciclistas con alforjas y hemos parado a conversar. Era una pareja que viene de Croacia, de Makarska, ciudad que cruzamos hace unos días y con la intención de llegar a Nepal, ¡guau!. Enseguida hemos conectado y hemos seguido unos kilómetros juntos. Hemos parado a comer improvisando un pequeño picnic.

Picnic con Ivana y Robert

Después, hemos continuado hasta Lezhë, lugar en el que estamos, y hemos venido a parar a un pequeño pero acogedor camping regentado por un simpático y amable chico, llamado Albano, que ama España y al Madrid. Ha sido fantástico conocer a Ivana y Robert, son una pareja majísima. Os dejamos también su instagram por si queréis ver su viaje: @2bikeriders

Es muy agradable en los viajes encontrarse con gente a la que, después de unos minutos, parece que la conoces de toda la vida. Ivana, Robert, os deseamos lo mejor para vuestro viaje, ha sido un placer compartir estos momentos.

Mañana esperamos llegar a Tirana e intentar conocer un poco la ciudad. Como siempre, os mantendremos informados.

Etapa 38: Bar – Muriqan (35 km)

Hoy hemos hecho una etapa bien corta por imperativos atmosféricos. Ya estamos en Albania, Shqipëria en albanés, pero apenas hemos recorrido unos metros de su territorio. Nada más cruzar la frontera nos ha pillado una tormenta de aúpa que nos ha obligado a posponer el resto de la etapa.

Hemos comenzado tarde a pedalear. El desayuno se ha alargado charlando con Dusko, el dueño de la casa en la que nos hemos alojado, un hombre muy simpático y amable. Nos ha contado parte de su vida, que puede ser un resumen de la triste historia reciente de los países balcánicos. Él era de Split y allí vivía tranquilamente trabajando en una estación meteorológica. Pero llegó la guerra, mataron a su padre, el acabó herido y tuvieron que salir de Croacia (su familia es de origen serbio ortodoxo). Su antigua vivienda fue incendiada. Así es como su familia acabo en Montenegro. Es una más de las terribles historias personales de muchos habitantes de la exyugoslavia. Seguro que podríamos encontrar la misma o parecida historia en el caso de otras etnias en cualquier otro país de la exyugoslavia. No se trató de un conflicto de buenos y malos sino de una lucha fraticida en la que todos salieron perdiendo, aunque como siempre unos quizás más que otros. Pero aparte de esto, Dusko nos ha contado otras muchas cosas en un mal chapurreado inglés. Está claro que cuando alguien se quiere comunicar con pocas palabras bastan. Nos ha dado a probar el orujo que produce y nos ha enseñado su pequeña destilería. Menos mal que no nos han hecho control de alcoholemia.

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En el laboratorio de Dusko

Tras despedirnos de Dusko, hemos aprovechado para cambiar una cubierta de una de las bicis en un pequeño taller. Ya estaba pidiendo a gritos la renovación y por aquí no abundan las tiendas de bicicletas, así que no queríamos desaprovechar la ocasión. Cuando hemos querido arrancar ya eran más de las once y el sol apretaba, especialmente durante la subida que nos ha tocado superar para salir de Bar. Por suerte, el paisaje de campos de olivos y granados en flor nos ha hecho más ameno el esfuerzo.

Desde la salida de Bar se observa un cambio cultural. Si hasta ahora en cada pueblo dominaba la figura del torreón de una iglesia, católica u ortodoxa, en los pueblos de por aquí destaca la estilizada figura del alminar de la mezquita.

Son zonas de población albanesa y de mayoría musulmana, lo cual también se nota en los múltiples cementerios que aparecen en el camino. Son lugares que transmiten mucha paz ya que suelen estar entre campos de olivos, o en pequeñas praderas.  Por lo demás, el paisaje apenas cambia respecto a días anteriores.

Hemos avanzado por una pequeña carretera sin apenas tráfico en una zona de pastos entre montañas calizas. Hemos visto a varias mujeres vestidas con atuendos más tradicionales que en días anteriores.

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Cerca de la frontera albana

Finalmente, hemos llegado a la frontera montenegrina y albanesa. En este caso ambas están puerta con puerta, no como en el caso de la croata.

Nada más cruzar hemos parado a comer en un hotel restaurante, pues ya eran cerca de las tres y solo llevábamos encima el desayuno (y el orujo, claro). Pero mientras comíamos se ha levantado una fortísima tormenta y hemos decidido esperar a que amainara.

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Tras varios cafés y un par de horas el panorama no tenía visos de mejorar así que nos hemos quedado aquí, en Muriqan, el primer pueblo tras la frontera. En el hotel hemos conocido a Amir, un simpático chico albanés con el que hemos estado hablando toda la tarde al calor de unas Tirana, la cerveza local.

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La birra Tirana

Así que mañana esperamos poder empezar a recorrer el país de las águilas, como ellos lo llaman.

 

Etapa 37: Tivat – Bar (63 km)

Hoy hemos hecho la que quizás sea nuestra única etapa íntegra por tierras de Montenegro. Este es un país pequeño y gran parte de su territorio se extiende por las tierras montañosas del interior. Aunque su línea costera no sea generosa en longitud, sí lo es en riqueza y variedad.

Hemos salido de Tivat tras un estupendo desayuno en la terraza de la habitación. El primer tramo de carretera no nos ha gustado demasiado ya que tenía mucho tráfico. Luego, a lo largo de la etapa, por suerte, ha  ido disminuyendo. Al menos en Montenegro tenemos la sensación de que los conductores son mucho más cuidadosos en los adelantamientos que en otros países, como Croacia por ejemplo.

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Subiendo las primeras cuestas del día

Cuando hemos superado la primera cumbre del día nos hemos encontrado a un policía que nos ha obligado a parar (hay muchos policías en las carreteras montenegrinas). No sabíamos bien qué pasaba, el caso es que nos ha dicho que no podíamos pasar. Al poco rato se han empezado a escuchar muchas sirenas y ha pasado por la carretera toda una comitiva de oscuros coches oficiales rodeados de mucha escolta, ¿quien sería?. Bueno, lo importante es que hemos podido continuar tranquilos.

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Vistas mientras esperábamos el paso de la comitiva oficial

Poco después hemos llegado a Budva, quizás el mayor destino turístico del país. Este lugar es totalmente contradictorio, la verdad. Tiene un precioso centro histórico en una pequeña península al estilo de otros pueblos del Adriático como Trogir.

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Vista de la antigua Budva

Está completamente amurallado y en su interior esconde una red de estrechas callejuelas, palacetes y varias iglesias tanto cristianas como ortodoxas.

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Pero en cuanto sales de este bello oasis, el resto del lugar es un horrible pueblo de vacaciones, en el pero sentido del concepto, en el que se están cometiendo todos los excesos urbanísticos y tropelías arquitectónicas que han destrozado tantos otros lugares de costa.

Es un destino de playa al que acuden gentes de otros países del entorno y de Rusia, especialmente. Se nota que su industria del turismo está en pleno desarrollo pues no deja de verse construir por todas partes. Pero los derroteros que está tomando su desarrollo son, como decimos, bastante inquietantes. Y es una lástima porque su costa y su entorno atesoran joyas como la propia ciudad vieja de Budva o la bellísima península de Sveti Stefan.

La mayor parte de la costa, por suerte, no está sufriendo la presión urbanística de Budva y aún conserva enclaves con mucho encanto.

Hemos pasado junto a la costa de Petrovac, en cuya bahía destacan dos islotes, uno de los cuales muestra orgulloso la pequeña ermita de Sveta Neđelja que, según cuenta la leyenda, construyó un marino en agradecimiento a su salvación de un naufragio.

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Bahía de Petrovac y el islote de Sveta Neđelja

La mañana iba avanzando y el sol cada vez apretaba más así que hemos decidido parar a comer y descansar un poco en un restaurante de carretera en un pequeño pueblo llamado Kaluđerac. Como viene siendo tradición, después de comer siempre viene la cuesta de la digestión y la de hoy ha sido una buena digestión.

Poco antes de llegar a Bar hemos parado a refrescarnos en las bellas aguas del Adriático,  pues el calor apretaba de lo lindo.

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Refrescándonos

Bar es una ciudad con el puerto más importante del país. En él se encuentran amarradas varias fragatas y buques de guerra de la armada montenegrina. Además de ven varias instalaciones y almacenes industriales.

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Costa de Bar

Pero sobre todo es una ciudad vacacional y de veraneo pero de un turismo diferente al de Budva. El de aquí es más doméstico y local quizás. Se nota especialmente en los precios, mucho más bajos aquí.

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Patriótico hotel en Sutomore, antes de Budva

La ciudad en sí no tiene nada de especial. Su paseo marítimo es agradable y es donde la gente hace vida social. En él se encuentra uno de los pocos monumentos significativos del lugar, el palacio del rey Nicolás.

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Palacio del rey Nicolás

Pero el resto de la ciudad es anodina, incluso fea. Al parecer la antigua ciudad, el centro histórico, está un poco más al interior, en las faldas de la colina, pero por lo visto en la Segunda Guerra mundial la ciudad quedó arrasada y más tarde, en 1979, un terremoto acabó de rematarla. Así que decidieron que era mejor vivir en otro lugar, más cerca del mar, que es donde está la ciudad nueva. Es por ello que es una urbe sin alma, sin apenas una estructura urbana identificable.

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Moderna iglesia ortodoxa de Bar

De todos modos, la ciudad antigua, o sus restos, siguen en la falda de la colina y se pueden visitar. Uno de sus atractivos es un olivo milenario, de los olivos más antiguos que se conocen. Se calcula que tiene alrededor de 2200 años. Este sí que sobrevivió a bombardeos y terremotos, y es un símbolo de la ciudad.

Mañana esperamos atravesar la frontera con Albania, junto al lago Shkodër, el más grande de los Balcanes. Os contaremos.

 

Etapa 36: Dubrovnik – Tivat (73 km)

Pues ya hemos cruzado Croacia de cabo a rabo y estamos en tierras montenegrinas. Los pasos fronterizos de salida de Croacia y entrada en Montenegro distan algún kilómetro entre sí, no sabemos si es casual o quieren mantener las distancias por sus «diferencias» en el pasado reciente de la región. Por lo pronto, el primer restaurante que uno se encuentra en la carretera de Montenegro se llama Jugoslavija. Pues eso.

La salida de Dubrovnik nos ha deparado sensaciones encontradas, bicéfalas como el águila del escudo de Montenegro. Por una parte, ha sido un espectáculo maravilloso disfrutar de la bellísima estampa de la ciudad destacando con su majestuosidad en la pequeña bahía que se forma frente a la isla de Lokrum.

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Lokrum y Dubrovnik

Merecido nombre el de la perla del Adriático. Es más intenso su disfrute así, en la lejanía y en silencio. El callejeo por sus calles y recovecos es imprescindible, por supuesto, pero creemos que la ciudad cobra todo su esplendor vista en lontananza.

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Dubrovnik en la distancia

De otro lado, para salir de la «olla» en la que se enclava, hemos tenido que ascender por una estrecha carretera con rampas nada desdeñables que nos han hecho sudar ya desde los primeros kilómetros. Viendo la preciosa estampa de Dubrovnik desde lo alto se podría decir que el que algo quiere algo le cuesta.

Tras despedirnos de la antigua Ragusa en la cima de la ascensión, hemos comenzado un vertiginoso descenso por la otra cara de la montaña con otras vistas espectaculares de la costa.

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Bajando tras salir de Dubrovnik

Más adelante, la carretera se ha serenado un poco y hemos transitado junto a bellos paisajes de playas de aguas cristalinas.

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Playa en el camino

Hemos atravesado el aeropuerto mientras un avión aterrizaba y hemos llegado a una pequeña meseta por la que hemos rodado con alegría.

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Cruzando el aeropuerto

Un poco antes de llegar a la frontera montenegrina la carretera vuelve a subir a los doscientos metros entre bosques frondosos en los que destacan curiosas manchas de cipreses salvajes formando abigarrados grupos, cual cofradías de penitentes.

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La cofradía del santo ciprés

En el paso fronterizo hemos estado hablando con dos colegas de alforjas alemanes que se dirigían hacia Albania. Uno de ellos viaja en una de esas curiosas bicicletas reclinadas.

Tras pasar la frontera comienza una fuere bajada hasta el borde del mar, que en esta parte forma una sinuosa bahía, fiordo para algunos, llamado Bocas de Kotor, puesto que llega hasta esa ciudad.

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Pasado Herzeg Novi

Hemos tenido que rodear prácticamente todo el perímetro norte de este entrante de mar desde Herzeg Novi, un interesante pueblo costero, hasta un estrecho paso del que zarpan continuamente unos transbordadores que, por un par de euros, te ahorran un trozo de camino. Es cierto que no nos hubiera importado pedalearlo todo, por la belleza del lugar, pero teníamos ganas de no acabar demasiado tarde y poder descansar un poco.

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Playa cerca de Herzeg Novi
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Transbordadores en la bahía

Todo esta parte de la costa es un paraíso de un mar limpio rodeado de altas montañas tapizadas de frondosos bosques y pequeños pueblos de pintorescas casas de piedra blanca. Dicen que Montenegro es un joya por descubrir y, al menos esta parte, desde luego que lo es.

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Vista de las Bocas de Kotor

Hemos puesto fin a la etapa en un pueblo de playa llamado Tivat, que cuenta con el segundo mayor aeropuerto del país. Una vez acomodados en una estupenda y barata habitación con vistas al mar, hemos decidido visitar al vecino Kotor, (Cátaro en italiano), un bellísimo pueblo declarado Patrimonio de la Humanidad.

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Vista de Kotor

Este lugar, enclavado en lo más profundo de esa bahía o fiordo llamada Bocas de Kotor, es una joya tanto por dentro como por fuera. Tiene una larga historia, pero la mayor parte de su trazado actual se debe a los venecianos. ¡Qué gente la de aquella república! Parece que embellecían todo lo que tocaban. No sabemos si fueron o no buenos gobernantes pero, desde luego, tenían un gran gusto urbanístico.

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Muralla con el escudo veneciano

La ciudad está completamente amurallada, mérito este del emperador bizantino Justiniano I. Parte de las murallas trepan por la colina en un vertiginoso serpenteo.

Y a los pies de las mismas brotan generosos manantiales de aguas cristalinas directamente surgidas de la ladera montañosa.

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Manantial junto a la muralla

Y si en su exterior muestra la rudeza ascética del bastión defensivo, en su interior exhibe una delicada urdimbre de callejuelas y plazas, de palacetes e iglesias, de rincones y recovecos que invitan a no dejar de pasearla.

Parece increíble pero los grandes cruceros amarran a las puertas de la ciudad, tal es la profundidad de las aguas del fiordo que permiten llegar a buques de semejante calado.

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El puerto de Kotor

Tras pasear la ciudad hemos aprovechado para resolver algunos asuntos pendientes que teníamos hace días. Nos encantan estas barberías antiguas y en este caso estaba regentada por una mujer, algo no muy habitual en este tipo de establecimientos.

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En plena poda

Hemos cenado muy bien en una de las muchas terrazas de la ciudad y hemos vuelto a Tivat para descansar. Llevamos apenas unas horas en este joven país pero las primeras impresiones, tanto de sus paisajes como de sus gentes, nos han dejado un buenísimo sabor de boca.