Etapa 38: Bar – Muriqan (35 km)

Hoy hemos hecho una etapa bien corta por imperativos atmosféricos. Ya estamos en Albania, Shqipëria en albanés, pero apenas hemos recorrido unos metros de su territorio. Nada más cruzar la frontera nos ha pillado una tormenta de aúpa que nos ha obligado a posponer el resto de la etapa.

Hemos comenzado tarde a pedalear. El desayuno se ha alargado charlando con Dusko, el dueño de la casa en la que nos hemos alojado, un hombre muy simpático y amable. Nos ha contado parte de su vida, que puede ser un resumen de la triste historia reciente de los países balcánicos. Él era de Split y allí vivía tranquilamente trabajando en una estación meteorológica. Pero llegó la guerra, mataron a su padre, el acabó herido y tuvieron que salir de Croacia (su familia es de origen serbio ortodoxo). Su antigua vivienda fue incendiada. Así es como su familia acabo en Montenegro. Es una más de las terribles historias personales de muchos habitantes de la exyugoslavia. Seguro que podríamos encontrar la misma o parecida historia en el caso de otras etnias en cualquier otro país de la exyugoslavia. No se trató de un conflicto de buenos y malos sino de una lucha fraticida en la que todos salieron perdiendo, aunque como siempre unos quizás más que otros. Pero aparte de esto, Dusko nos ha contado otras muchas cosas en un mal chapurreado inglés. Está claro que cuando alguien se quiere comunicar con pocas palabras bastan. Nos ha dado a probar el orujo que produce y nos ha enseñado su pequeña destilería. Menos mal que no nos han hecho control de alcoholemia.

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En el laboratorio de Dusko

Tras despedirnos de Dusko, hemos aprovechado para cambiar una cubierta de una de las bicis en un pequeño taller. Ya estaba pidiendo a gritos la renovación y por aquí no abundan las tiendas de bicicletas, así que no queríamos desaprovechar la ocasión. Cuando hemos querido arrancar ya eran más de las once y el sol apretaba, especialmente durante la subida que nos ha tocado superar para salir de Bar. Por suerte, el paisaje de campos de olivos y granados en flor nos ha hecho más ameno el esfuerzo.

Desde la salida de Bar se observa un cambio cultural. Si hasta ahora en cada pueblo dominaba la figura del torreón de una iglesia, católica u ortodoxa, en los pueblos de por aquí destaca la estilizada figura del alminar de la mezquita.

Son zonas de población albanesa y de mayoría musulmana, lo cual también se nota en los múltiples cementerios que aparecen en el camino. Son lugares que transmiten mucha paz ya que suelen estar entre campos de olivos, o en pequeñas praderas.  Por lo demás, el paisaje apenas cambia respecto a días anteriores.

Hemos avanzado por una pequeña carretera sin apenas tráfico en una zona de pastos entre montañas calizas. Hemos visto a varias mujeres vestidas con atuendos más tradicionales que en días anteriores.

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Cerca de la frontera albana

Finalmente, hemos llegado a la frontera montenegrina y albanesa. En este caso ambas están puerta con puerta, no como en el caso de la croata.

Nada más cruzar hemos parado a comer en un hotel restaurante, pues ya eran cerca de las tres y solo llevábamos encima el desayuno (y el orujo, claro). Pero mientras comíamos se ha levantado una fortísima tormenta y hemos decidido esperar a que amainara.

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Tras varios cafés y un par de horas el panorama no tenía visos de mejorar así que nos hemos quedado aquí, en Muriqan, el primer pueblo tras la frontera. En el hotel hemos conocido a Amir, un simpático chico albanés con el que hemos estado hablando toda la tarde al calor de unas Tirana, la cerveza local.

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La birra Tirana

Así que mañana esperamos poder empezar a recorrer el país de las águilas, como ellos lo llaman.

 

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