Etapa 47: Kineta – Atenas (54 Km) Fin «Rumbo este»

Pues como veis, hemos acabado nuestro camino al este. Han sido tres mil doscientos cincuenta kilómetros de aventura que nos han dejado un maravilloso sabor de boca y la piel algo más morena. Siempre que acabamos un viaje nos quedan sentimientos encontrados. Por un lado, las ganas de seguir pedaleando, de seguir avanzando para conocer otras tierras y vivir nuevas experiencias. ¿Adonde llegaríamos en un mes más de pedaleo?, ¿y en dos? A partir de aquí se abriría el camino de verdad al este, cerca ya, como estamos, de las puertas del continente asiático. Pero por otro está el deseo de volver, de ver a la gente que queremos, de reencontrarnos con los lugares de nuestra vida habitual.

Hemos partido de Kineta con una preciosa mañana soleada y unas vistas espectaculares al bello golfo Sarónico, escenario de tanta historia.

La gente empezaba a acudir a las múltiples playas de la zona, pues es domingo y el día acompaña.

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La carretera tiene muy poco tráfico, así que hemos avanzado a ritmo de un tranquilo paseo. Conscientes como éramos de que dábamos las últimas pedaladas de este periplo, hemos intentando disfrutar intensamente de cada una de ellas.

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Hemos pasado junto a Megara, una histórica ciudad griega cuyo nuevo asentamiento se eleva sobre un montículo rodeado de vías de comunicación (tren, autovías, carreteras…). La zona tiene bastantes terrenos de cultivo y abundan las plantaciones de pistachos.

Hemos pasado a la isla de Salamina en un transbordador y la hemos cruzado de oeste a este. No podíamos dejar de imaginar en cómo hubo de ser la batalla contra los persas en los estrechos pasos de acceso a la isla. Seguramente algunos de los restos las naves abatidas en la contienda yacerán aún en el fondo de las aguas de la bahía.

Desde Salamina hemos vuelto a tierra firme atravesando el canal marino del este, justo en la dirección opuesta a la que llevaron los habitantes de Atenas cuando desalojaron la ciudad huyendo de las tropas de Jerjes en el 480 a.C.

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Hemos entrado por Perama, un suburbio de Atenas con un importante puerto y numerosos astilleros.

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Hemos visto una taberna, un restaurante popular, vaya, con mucha gente en sus mesas y hemos pensado que se tenía que comer bien allí. No nos hemos equivocado. Estupendo pescado, vino decente y fresco y buenos precios. Tenemos que admitir que nos vamos enamorados de la comida griega.

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Después del estupendo avituallamiento hemos seguido dirección Atenas, siempre al este. El sol apretaba con energía mientras cruzábamos por un continuo de feos barrios residenciales casi desérticos en el mediodía de domingo. Aún así hemos disfrutado mucho. Siempre nos atrae conocer los lugares populares de las ciudades, aquellos en los que la gente hace su vida cotidiana, más allá de las rutas turísticas y por más que no ofrezcan demasiado atractivo estético.

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Poco a poco, en lontananza, se empezaba a ver la excelsa silueta de la Acrópolis, dominando sobre el territorio de la ciudad, casi flotando sobre ella.

Hemos llegado a la ruta que une la ciudad con el Pireo y hemos entrado de lleno en la vieja Atenas por el barrio de Gali y junto al antiguo cementerio Kerámicos.

Hemos subido a las faldas de la Acrópolis por el bello barrio de Thissio con el dulce sabor de haber completado un proyecto largamente soñado.

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Tras las fotos de rigor para inmortalizar el momento, hemos descendido por el barrio de Plaka hasta Monastiraki y desde allí hemos pedaleado hasta la bulliciosa plaza de Omonia, junto a la que habíamos reservado una habitación. Cuando hemos llegado, las calles eran un hervidero de gente, vendedores ambulantes de frutas y verduras, puestos de venta de ropa, móviles… y todo un poco sucio. Desde luego que éste quizás sea el barrio de esencia más oriental de toda Atenas.

Una vez más queremos daros las gracias por habernos acompañado en esta aventura. Gracias a todos los que nos habéis mandado comentarios y ánimos a lo largo del viaje. Esperamos haberos transmitido la ilusión con la que hemos ido descubriendo cada uno de los recovecos del camino.

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¡Nos vemos en el próximo pedaleo!

Etapa 46: Xylokastro – Kineta (74 Km)

Hoy hemos acabado de recorrer la costa sur del golfo de Corinto para saltar a la costa norte del golfo Sarónico.

Después de desayunar los exquisitos albaricoques de Sotirios e intentar tomar, infructuosamente, un café que me habían preparado en un bar de Xylokastro, hemos empezado la jornada de pedaleo.

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Carretera hacia Corinto

Los primeros kilómetros hemos circulado junto a una larga franja de pinar relicto, una de las escasas masas que quedan de lo que debió ser todo un continuo a lo largo de la costa del golfo. Hoy es sábado y se notaba por la cantidad de ciclistas con los que nos hemos cruzado. Está claro que por estas tierras tienen verdadera afición a este deporte. Un poco después, en Corinto, hemos constatado que había multitud de tiendas y talleres de bici.

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Bici en el camino

Como ayer, hemos avanzado pegados a la línea costera junto a bellas playas de piedras. El agua tiene aquí un precioso color verdoso pero no estaba tan clara como ayer, seguramente revuelta por un bóreas que soplaba alegre y que nos ha ayudado durante buena parte del camino.

Poco a poco hemos ido acercándonos a la costa este del golfo, donde la tierra le cierra el paso al mar Jónico, salvo en el estrecho paso del canal de Corinto que une las aguas de aquel con las del Egeo.

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Costa este del Golfo

La ciudad antigua de Corinto ha quedado a nuestra derecha, a unos cinco kilómetros al interior. Nos hubiera gustado verla pero el viaje en bici de largo recorrido hace que tengas que escoger muy bien los destinos, de lo contrario estaríamos todo el día haciendo eses acercándonos a todo lo que reclama nuestra atención. El Peloponeso nos ronda por la cabeza desde hace tiempo y puede ser, en un futuro, un interesante proyecto de pedaleo.

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Desvío a la antigua Corinto

Hemos llegado a la ciudad nueva de Corinto, un entramado urbano trazado en una perfecta retícula fruto de varias reconstrucciones post-sísmicas. Es un lugar sin demasiado atractivo artístico pero sí con mucha vida en sus calles y terrazas. Es una de esas ciudades más para vivir que para ver. Sus cafés estaban llenos, a esas horas de la mañana, de griegos tomando enormes vasos de frappé y similares derivados fríos de la negra infusión.

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Calle del centro de Corinto

En muchas tiendas de alimentación tienen una máquina para tostar granos de café. Se nota que es  un producto esencial en la vida social griega.

Y no hemos visto ni rastro de las famosas pasas de Corinto. En realidad, se conoce que este producto no se cultivaba aquí, se traía de las islas del Jónico, especialmente de Zakynthos y aquí se enviaba por barco y por tren a los mercados de todo el mundo, de ahí que se las conozca por su lugar de procedencia, que no de origen.

Después de dar un pequeño paseo por las calles diseñadas con regla y cartabón de la nueva Corinto, hemos continuado nuestro camino en busca del famoso Canal. Para llegar a él hay que subir a unos setenta metros sobre el nivel del mar. En el punto más alto hemos visto los restos de una gran muralla que el emperador Justiniano mandó construir para proteger este estratégico paso y no fue el primero. Ya antes, los griegos habían intentado varias veces algo similar ante la constante amenaza persa.

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Restos del muro de Justiniano

Desde luego que este fue un lugar fundamental para los antiguos helenos en el que apenas seis kilómetros de tierra separan el continente europeo de su querido Peloponeso. No es de extrañar que a ambos lados surgieran dos importantísimos centros urbanos, Corinto, en el norte, e Istmia, en el sur.

Cuando estábamos en la cumbre de la subida se nos ha ocurrido que sería mejor pasar por el puente sur, situado junto a la playa de Istmia, así que hemos descendido hasta él. Pero, oh sorpresa, cuando hemos llegado resulta que lo han desmantelado. No nos ha quedado más remedio que volver a subir al anterior paso, resignadamente y bajo un sol de justicia.

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Paso sur del canal cortado

El canal de Corinto es una obra espectacular, máxime teniendo en cuenta los medios del siglo XIX, pero fue un fracaso comercial absoluto, ya que nunca fue interesante como vía alternativa a la circunvalación del Peloponeso.

El canal, desde un principio, se colmataba con facilidad para lo que hubieron de hacer constantes obras de refuerzo y,  debido a su estrechez, solo dejaba paso a pequeñas embarcaciones. Quizás su construcción responde más al empeño del hombre por demostrase a sí mismo que se podía hacer. Lo que no consiguió Nerón lo realizó István Türr.

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Placa de homenaje a los constructores

Hemos dejado atrás el canal y con él las aguas del golfo de Corinto y nos hemos sumergido, literalmente, en las del golfo Sarónico. No sabemos si será una apreciación objetiva pero estas nos han parecido un poco más frías.

Por esta parte se veían varios petroleros puesto que aquí está la enorme refinería de Corinto.

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Petroleros junto a la refinería de Corinto

Hemos pedaleado hasta un pueblo llamado Agio Theodoroi (San Teodoro) y hemos buscado un lugar para comer. Hemos encontrado un sencillo restaurante junto a la playa en el que hemos comido de maravilla; unas dolmades (hojas de parra rellenas), kefta (albóndigas con especias) y tzatziki (salsa de yougur con pepino y aceite). Nos encanta la comida helena.

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Restaurante en Agios Teodoroi

Nos ha costado un poco arrancar en plena digestión pero hemos conseguido continuar unos kilómetros hasta Kineta, una zona turística de playas estupendas con vistas a Salamina, Egina y el Peloponeso.

Mañana dejaremos el istmo de Corinto y cruzaremos por Salamina para entrar de lleno en el Atica y en el corazón de Atenas, donde esperamos acabar esta humilde odisea al este. Nos quedan apenas unos cuantos kilómetros de pedaleo por esta tierra maravillosa que nos tiene encandilados. Los degustaremos con fruición.

 

Etapa 45: Egialia – Xylokastro (76 Km)

Hoy acabamos nuestro segundo día de pedaleo por tierras helenas disfrutando muchísimo del trayecto.

Esta mañana hemos desayunado en el camping de Egialia. Ya no recordaba las especialidades de café de por aquí. Cuando he pedido uno en el bar del camping la camarera me ha preguntado si quería un frappé o un expresso. El primero es un café batido con hielo que los griegos toman a todas horas pero yo quería un café solo, normal, así que he dicho que expresso. Ella me ha preparado el café, lo ha metido en una cazuelita y lo ha batido con hielo. Ese es el expresso de aquí así que yo, con cara de lelo, le he dicho que lo quería caliente. Muy amablemente me lo ha preparado y me ha aclarado que aquí hay que especificar que se quiere un café caliente ya que el noventa por ciento de la gente lo toma frío. Por cortesía me he tomado los dos.

Con doble ración de cafeína hemos reemprendido la ruta por la antigua carretera nacional de Patras a Atenas. El tráfico, como decíamos ayer, es muy escaso y las vistas al golfo de Corinto maravillosas.

La nota discordante en toda la zona son las numerosas montañas de basura que se agolpan a los lados de la carretera. Habíamos visto esto en Albania pero no esperábamos encontrarlo por aquí.

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Basura amontonada junto a la carretera

No obstante, en uno y otro caso suponemos que responden a diferentes motivos. En Albania está claro que se debe a la ausencia de servicios de recogida y centros de tratamiento. Aquí, en Grecia, todo parece apuntar a una huelga de recogida de basuras que, a tenor del aspecto de los montones, ya debe durar varias semanas. Y es que, por lo poco que hemos leído, parece que últimamente en Grecia las huelgas se cuentan por decenas.

Tras unos cuantos kilómetros la carretera se aleja un poco de la costa hacia el interior. Por toda esta zona de Acaya (cuna de los antiguos aqueos de la Odisea), abunda el cultivo de cítricos, especialmente el limón, pero tampoco falta la vid, el olivo y el cereal. Es decir, puro paisaje mediterráneo.

Hemos pasado cerca de varios yacimientos arqueológicos de época micénica y clásica. Obviamente, todo esta parte del Peloponeso ha sido un lugar densamente poblado desde antiguo. Por ejemplo, en Egio están las ruinas de una casa del periodo clásico.

Tras unos treinta kilómetros de pedaleo hemos parado en Diakopto, un pueblecito con una curiosa estación de  ferrocarril. En la terraza de un bar situado frente a ella hemos tomado un café, esta vez sí, frappé. Qué le vamos a hacer, donde fueres haz lo que vieres. La camarera ha sido muy amable con nosotros y, en general, la mayoría de la gente también lo es. Notamos mucha calidez en el trato.

Después de Diakopto la carretera va totalmente pegada a la costa y es a partir de aquí donde hemos disfrutado de las vistas más espectaculares.

Ante semejante belleza y un nada desdeñable calor, no hemos podido evitar bañarnos en las aguas del golfo de Corinto. Y hemos reincidido varias veces a lo largo de la etapa.

Tras comer en una playa un par de bocadillos que llevábamos, hemos continuado camino. Y a los pocos kilómetros, en un lugar llamado Likoporia, hemos sentido unos gritos de «stop, stop«. Era un señor que comía en la terraza de su casa con unas hermosas vistas al mar.

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Casa de Sotirios

Cuando hemos parado, ha dejado de comer y ha entrado raudo y veloz a su casa. Al poco salía con una bolsa llena de albaricoques y limones para nosotros. Tras esto, ha ido a la tienda de al lado y ha vuelto con una botella de agua fría y dos refrescos de limón. Y hemos empezado a intentar entablar una conversación, o algo parecido, ya que Sotirios, como se llama el hombre, no hablaba apenas inglés. Pero una vez más, las ganas de comunicación llevan a comunicarse. Lo primero que nos ha preguntado es lo obvio, que de dónde venimos. Tras decirle que de España nos ha contestado con un: «president caput«. Parece que hoy ha sido una de las noticias del día en todo el mundo. Después, nos ha dicho que es topógrafo y nos ha enseñado su maletín de herramientas. Por lo que le hemos entendido, también nos ha explicado que antes de la crisis cobraba mucho más que ahora (algo así como 3000€ antes y 1000€ ahora). Pero todo esto entra dentro de la especulación interpretativa que hemos ido construyendo intuitivamente a partir de sus palabras en griego. También hemos aprovechado para preguntarle si el monte que se veía al otro lado del golfo es el Parnaso. Le hemos entendido que, efectivamente, está ahí pero detrás del monte que vemos. Y debajo está Delfos, el lugar del famoso oráculo. ¡Cuantos estímulos a los amantes de los mitos nos ofrece esta tierra!

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Detrás del monte que se ve están el Parnaso y Delfos

Qué gran tipo este hombre. Por lo visto Sotirios, en griego, significa salvación. Buen nombre para un rescatador de naúfragos como él.

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Con Sotirios

Nos hemos despedido intentando expresarle nuestro más sincero agradecimiento por tanta hospitalidad. Cuando estás fuera de casa, estos detalles son muy gratos y dicen mucho de las gentes de un lugar.

Después del encuentro con Sotirios nos hemos vuelto a dar un baño en una de las infinitas playas del camino.

Y ya frescos, hemos pedaleado los últimos kilómetros que nos quedaban hasta Xylokastro, un turístico pueblo cuyo nombre deriva de un castillo de madera que hubo aquí hacia el siglo XIII. En esta época no hay apenas turismo y lo poco que hay es en su mayoría local.

Tras un bellísimo atardecer, nos hemos acercado a cenar a una terraza del pequeño puerto.

Nos hemos sentado y el camarero se ha puesto a cantarnos la carta como si fuésemos unos griegos más y, por supuesto, no nos hemos enterado de nada. Al menos está claro que no tenemos pinta de alemanes.

Etapa 44: Patras – Egialia (36 Km)

Como os contamos en la última entrada, hemos dado un salto geográfico vía marítima. Desde Vlöre nos embarcamos hacia Brindisi para visitar a Diego, Julie, Eliseo y Maxime. Hemos pasado unos maravillosos días junto a ellos.

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En la columna de la Vía Apia con Diego, Julie, Maxime y Eliseo

Con Julie visitamos el bello Ostuni, un hermoso lugar de casas blancas del que ni siquiera habíamos oído hablar y que nos encandiló.

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Casa en Ostuni

También fuimos a la deslumbrante Lecce, la Florencia del sur, como la llaman. Una ciudad de la que es difícil decir algo salvo que, si podéis, la visitéis. Abruma con su riqueza monumental y su armónico conjunto de edificios de piedra caliza.

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Y hemos disfrutado de los encantos de Brindisi, quizás un poco más discretos que los de sus vecinas, pero no menos interesantes. Es esta una antigua ciudad portuaria con siglos de historia y eso no hace falta mostrarlo, se respira en su ambiente, sus calles vecinas al puerto, su escalinata de colofón de la vía Apia y en algunas de sus iglesias como la sobria catedral o el bello templo de San Giovanni al Sepolcro, que nos descubrió Diego.

En fin, que han sido un regalo de días en compañía de amigos a los que queremos muchísimo. ¡Esperamos volver a poder veros pronto!

Anoche tomamos el ferry de Brindisi a Patras, una ciudad del norte del Peloponeso. Ha sido un largo viaje de quince horas que, realmente, se nos ha hecho más ameno de lo que pensábamos. Hemos pasado junto a la costa de Corfú. En Igoumenitsa ha desembarcado la mayor parte del pasaje, quedándonos en familia para el resto del trayecto. Había mucha gente de Bulgaria entre los pasajeros, ya que este ferry les ahorra unas cuantas horas de carretera por el norte de Italia.

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La silueta de Ítaca

Ya en pleno día, hemos acariciado las aguas de la cantada Ítaca, envuelta por los montes de Kefalonia y, finalmente, el barco ha encarado la proa hacia el golfo de Corinto, llegando a Patras hacia las 14:00h.

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Llegando a Patras

Así que hoy hemos dado nuestras primeras pedaladas por el país heleno.

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Escriben un poco raro aquí

Hemos querido aprovechar lo que quedaba de tarde para avanzar un poco de camino,  así que, después de comer unos souvlakis (van por ti Diego, jeje) en un restaurante del centro de Patras, hemos continuado el camino junto a la antigua nacional que unía (y une) esta ciudad con Atenas. Es una carretera en muy buen estado y con muy poco tráfico ya que casi todo el mundo va por la moderna autovía. La nacional va siempre pegada a la costa sur del golfo de Corinto, así que hemos tenido en todo momento el mar a babor.

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El golfo de Corinto a babor

Hemos pasado junto al gran puente que une ambas costas del golfo y por el que hubiéramos cruzado de haber venido en bici desde Albania. Estas aguas son lo que se conocía antiguamente como Golfo de Lepanto, lugar de la célebre batalla contra el turco en la que, como sabéis, Cervantes perdió un brazo.

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Puente Rion-Antirion y golfo de Lepanto

Finalmente hemos visto un pequeño camping junto a la playa y hemos decidido quedarnos aquí. Es un lugar con unas hermosas vistas a las aguas del golfo, que mañana seguirán acompañándonos todo el camino.

Etapa 43: Fior – Vlöre (36 Km)

Esta mañana hemos dejado Fior tras pasar ayer una estupenda tarde de descanso. Hoy el día ha salido caluroso pero no tanto como ayer, así que hemos venido disfrutando del pedaleo. Nuestro objetivo era llegar antes de la una al puerto de Vlöre para coger un ferry hasta Brindisi. Vamos a hacer un alto en el camino y un salto geográfico. Cuando se está tan cerca de los grandes amigos no se puede dejar pasar la ocasión de visitarles. De Brindisi saltaremos a Patras para pedalear hasta la capital helena y acabar allí esta aventura.

Desde Fior hemos seguido la antigua ruta hacia Vlöre. Actualmente hay una autovía que conecta ambas ciudades así que la vieja carretera apenas tiene tráfico pero sí muchas zonas de baches. A decir verdad, preferimos los baches a los coches.

Poco después de Fior hay un cruce de caminos. Un ramal de la carretera se dirige al interior, hacia la zona de Gyrokaster, y el otro hacia Vlöre. 

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Intersección para ir a Gjirokaster

Antes de llegar a Vlöre hay una zona de marismas y salinas y bastantes olivos y vides; el paisaje cobra un marcado carácter mediterráneo.

Poco después de las doce entrábamos en Vlöre, Valona en italiano, una animada ciudad portuaria. Hemos pasado junto a la antigua mezquita otomana, un bello y sencillo edificio.

Hemos embarcado rumbo a Italia, a la que llegaremos en apenas cinco horas, así que nos hemos despedido de Albania hasta la próxima ocasión.

Ahora, al menos, ya no nos resulta un territorio tan desconocido. Albania tiene fama de hospitalaria y desde luego, nos llevamos un buen recuerdo de sus gentes, cercanas y amables con el extranjero. A pesar de todas las dificultades, excesos y carencias del país, esta tierra deja una marca en el corazón.

Etapa 42: Cerm Siper – Fior (53 Km)

Hoy pensábamos hacer una etapa más larga, hasta Vlöre, pero el intenso calor nos ha hecho replantear la ruta así que la hemos divido en dos. Hemos parado en una ciudad llamada Fior y mañana continuaremos hasta Vlöre.

Más allá del calor, la etapa ha sido muy agradable, pedaleando por carreteras sin apenas coches y por solitarios caminos rurales. Eso sí, todo salpicado de baches y algunos charcos, para no aburrirnos.

Hemos ido casi todo el camino cerca de la costa. Por aquí se ve más riqueza agrícola y tierras más cuidadas. Hemos pasado junto a algunos invernaderos a tope de tomates. Y había mucha gente agachando el lomo para recoger patatas. La verdad es que según pegaba el sol hoy no nos daban ninguna envidia. Ellos pensarían lo mismo de los dos ciclistas locos, claro.

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Invernaderos con tomates

Hemos cruzado un tramo de tierra en bastante mal estado en el que nos hemos encontrado con un simpático hombre, de unos cincuenta años, que hablaba un estupendo italiano. Nos ha contado que el vive en Roma, pero antes vivió en Atenas así que habla italiano y griego. Que por aquí ve pasar a bastantes cicloturistas (franceses, australianos, italianos, alemanes…). Le hemos dicho que claro, esto es una de las rutas de europeas de bici (eurovelo 8). Él decía que se ha quejado varias veces al municipio para que arreglen un poco el camino pero que es tontería. Ha hablado de la corrupción como algo común en todo el Mediterráneo. Nos ha dicho que en este pueblo son mayoría de ortodoxos, “pero no griego ortodoxos como piensa mucha gente, albano ortodoxos”. También hemos hablado del envejecimiento de la población albanesa. Todos los jóvenes, decía, se han ido del país y aquí solo quedan los mayores.

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El camino estaba un poco complicado

Nos hemos despedido de Gino, que así se llamaba y, bajo un sol de justicia, hemos continuado el pedaleo sudando a chorros. Finalmente hemos entrado en Fior hacia la una y media.

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Entrando en Fior

Lo primero que nos ha llamado la atención de la ciudad es que  tiene algunos barrios bien construidos, con calles nuevas y carriles bici. Pero lo que más resalta es el colorido de sus edificios. La mayoría son anodinos bloques residenciales de varias plantas pero todos ellos están pintados con llamativos colores, lo que hace bastante más agradable y luminosa la ciudad.

El centro de la misma está también reformado y la zona de la mezquita cuenta con una serie de jardines y fuentes construidos con gusto. Nos parece un acierto este tipo de urbanismo y habría que felicitar a la administración y al arquitecto que lo ha ideado. Ya que son ciudades sin un centro histórico de referencia hay que imaginar alternativas que les den algo de personalidad y una utilidad pública. En este caso creemos que lo han conseguido. 

Al atardecer, las calles rebosan de gente por todas partes. Los niños corretean y juegan en las plazas, los mayores se afanan en intensas partidas de dominó en un parque con mesas, y los jóvenes, sentados en las terrazas de los bares, toman café y charlan, quizás, de un futuro lejos de aquí. 

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Hombres jugando al ajedrez

Cerca de la ciudad están las ruinas de la que fue una importante colonia griega y después romana, Apollonia de Illiria. Nos hubiera gustado visitarla pero era un poco precipitado para la tarde que teníamos, así que hemos preferido pasear por las calles de Fior y descansar al fresco de las terrazas. Mañana haremos la segunda parte de esta etapa por fascículos hasta el puerto de Vlöre.

Etapa 41: Tirana – Cerm Siper (81 Km)

Hemos salido de Tirana lentamente, en una luminosa mañana de sábado. Primero, hemos pasado por la plaza Skanderbeg para despedirnos de la ciudad.

Después, hemos parado a desayunar en una acogedora cafetería cerca de la nueva mezquita de Namazgja . Hemos pasado junto a la Pirámide, un monumento famoso en la ciudad y ya abandonado. Antiguamente se llamaba Museo Enver Hoxha y fue construido por los hijos del dictador.

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La Pirámide

La salida se nos ha complicado un poco ya que en el Boulevard Dëshmoret e Kombit había una gran manifestación de la oposición al gobierno para pedir la dimisión de uno de sus ministros. Por love visto se ha descubierto que su hermano es traficante de drogas (o eso hemos entendido).

Lo cierto es que todo el centro de la ciudad estaba tomado por la policía y la mayor parte de las calles cortadas, así que hemos tenido que dar un rodeo. Esto nos ha llevado a algunos barrios populares interesantes, no por su arquitectura y urbanismo, que suelen ser anodinos, sino por la intensa vida en sus calles, bares, terrazas, mercados…

Entre un intenso tráfico hemos ido alejándonos de la ciudad. Según lo hacíamos, aquel remitía así que al final nos hemos quedado pedaleando por una carretera bastante tranquila aunque llena de baches. Y claro, nos ha tocado arreglar el primer pinchazo del viaje. Después de cuarenta días no está mal.

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Algunos tramos de baches

Hemos atravesado zonas de baja montaña y llanura. En esta parte se ve un poco más de riqueza agrícola, aunque todo lo que se produce es en términos de subsistencia. Apenas hay tractores y los que hay andan, al igual que los pobres perros de aquí, como pueden.

Después de unos treinta y cinco kilómetros de pedaleo hemos llegado a la playa de Dürres. Esta es una ciudad de larga historia pero nos quedaba un poco a desmano y nos hemos saltado la visita. Lo que no hemos perdonado es la comida, así que nos hemos sentado en una pequeña terraza a reponer fuerzas.

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Entre Durres y Tirana

Después de comer cuesta retomar el ritmo de pedaleo pero el viento a favor nos ha ayudado. Hemos ido serpenteando por pequeñas carreteras y caminos rurales ya que la carretera principal es autovía (a tramos eso sí) y es preferible evitarla.

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En algún momento nos ha tocado cargar con las bicis para cruzar la autovia por pasos peatonales, en otros hemos tenido que dar la vuelta por habernos equivocado; también hemos pasado por caminos de piedras, puestas a mala idea, que nos han hecho ir de bote en bote. Vamos, lo que se dice un etapa gymkana.

Pero eso sí, el paisaje y paisanaje rural es bastante pintoresco por aquí.

Tan entretenidos hemos venido que cuando nos hemos querido dar cuenta ya llevábamos ochenta kilómetros así que nos hemos parado en un pequeño hotel de carretera y hemos dado la etapa por concluida.

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Depóstios al atardecer desde el Hotel

Como no hay nada destacable que ver en los alrededores, hemos aprovechado para tomarnos una cerveza en el patio de la cafetería y cenar algo. Nos hemos vuelto un poco señoritos yendo de hoteles y restaurantes pero, con los precios de por aquí, podemos ejercer de lores de la bici. Esta noche ha sido la final de la liga europea de futbol y, todo hay que decirlo, en el restaurante la mayoría iba con el Liverpool. Mañana pretendemos llegar a una ciudad costera y portuaria, Vlöre. Ya os contaremos.

Etapa 40: Lezhë – Tirana (68 Km)

 

Hoy hemos llegado a Tirana, una ciudad de la que veníamos sin saber absolutamente nada y de la que ahora, al menos, tenemos algunas pinceladas.

Nuestros amigos croatas son muy madrugadores y cuando nos hemos levantado ya no estaban. Nosotros nos tomamos las cosas con bastante más calma y hemos emprendido camino hacia las nueve y media. Tras despedirnos de la entrañable gente del camping de Lezhë, hemos salido con dirección a Tirana. Queríamos evitar la carretera principal, que tiene mucho tráfico, y hemos buscado una ruta secundaria. Ha sido todo un acierto ya que hemos podido rodar muy tranquilos y encima con viento a favor.

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Pedaleando tranquilamente

Los kilómetros han pasado rápido mientras cruzábamos pequeñas aldeas y campos de cultivo. También hay que decirlo, con bastante suciedad por todas partes, especialmente en los ríos, absolutamente maltratados. Casi tanto como los pobres perros, que tienen pinta de llevar muy mala vida por aquí.

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Un río blanquecino de algún vertido

El paisaje en algunos momentos se convierte en un escenario de distopía futurista, como cuando hemos pasado junto a una gran fábrica abandonada.

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Restos de una fábrica abandonada

Es lo que tiene la pobreza. Sin recursos es difícil construir, mantener, limpiar, ordenar… por eso, a pesar de constatar esta realidad, no queremos convertirnos en jueces de la misma. Pero lo que no pasamos es el llamar a una de las principales calles de Tirana George W. Bush, eso ya es mal gusto.

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Calle George W. Bush

Hemos cruzado por pueblos en los que destacaba la torre de una iglesia y otros en los que apuntaba hacia el cielo el minarete de la mezquita. Vamos, que conviven unos con otros sin demasiados conflictos aparentes. Y eso dice mucho en positivo de esta sociedad.

Los niños de los pueblos saludaban efusivamente a nuestro paso preguntando de dónde veníamos. Esa curiosidad por el extranjero sólo hemos empezado a verla por aquí. Quizás es que aún no estén saturados de «guiris» como en otros países vecinos.

Como decíamos, íbamos pedaleando tranquilos por la ruta secundaria hasta que nos hemos topado con un terraplén que cortaba la carretera.

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Carretera cortada

Hemos pensado que sería por algún obstáculo para los coches, como nos ha pasado otras veces, así que lo hemos sorteado y hemos continuado. Bueno, lo hemos intentado.

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Puente caído en la carretera

Tras ver el puente hecho añicos no nos ha quedado otra que retroceder y buscar la carretera principal. Tenía mucho más tráfico, si, pero al menos podíamos avanzar. Además, en algunos tramos tiene una especie de carril para vehículos lentos (carros, motos, motocarros…) que te permite ir un poco más tranquilo.

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Carretera principal

Desde la bici, este es uno de los aspectos que más llaman la atención, las deficientes infraestructuras. Es difícil buscar rutas alternativas a las pocas carreteras principales que hay ya que no existe una red desarrollada, la mayoría de ellas muere sin enlazar con otras. Y las pocas que hay ya veis cómo están.

La única ventaja de la carretera principal es que es más directa, así que hemos hecho menos kilómetros de los que esperábamos.

Antes de comer estábamos entrando en Tirana y no ha sido fácil. El caos del tráfico es considerable y hay que andar con cien ojos, incluso hacia el suelo ya que es difícil encontrar alguna tapa de alcantarilla en su sitio.

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Las tapas de las alcantarillas brillan… por su ausencia

Pero finalmente lo hemos conseguido. Bastante cansados por el intenso pedaleo que hemos traído y el estrés del tráfico, hemos parado a comer algo y relajarnos. Después hemos buscado una habitación y nos hemos dado un buen garbeo por el centro de Tirana.

Al principio, es una ciudad que no sabes por dónde coger. No tiene un centro histórico como tal, que es precisamente lo primero que buscas para entender una ciudad, así que nos ha costado un poco orientarnos y buscar los puntos de referencia. Pero una vez llegas a la plaza Skanderbeg, que es su centro neurálgico, y paseas por sus alrededores comienzas a cogerle el pulso. Verdaderamente, no es lo que entendemos por una ciudad bonita, no hay que engañarse, pero según la vas conociendo vas descubriendo un cierto deje oriental, casi intangible, que la hace atractiva, especialmente a partir del atardecer.

Además, se nota el esfuerzo por parte de la administración por humanizar el centro de la ciudad. Toda la plaza Skanderbeg y sus alrededores están en pleno proceso de renovación. Se está restaurando la vieja mezquita Et´hem Bej, de época otomana, mientras se está construyendo otra inmensa cerca de ella.

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Nueva mezquita Xhamia e Namazgjase en construcción

Hay una zona peatonal en el Parque Rinia, que al atardecer se llena de gente paseando, con terrazas de bares y restaurantes. La verdad es que hemos estado muy a gusto disfrutando de la desconocida Tirana.

Después de cenar estupendamente en una terraza junto a la nueva mezquita de Xhamia e Namazgjase y comernos un helado de un puesto callejero, hemos vuelto para el hotel. Hemos recorrido una parte ínfima de la ciudad pero ésta ya nos ha dejado huella en la memoria. Mañana continuaremos nuestras andanzas por tierras albanesas.

Etapa 39: Muriqan – Lezhë (64 Km)

El día ha salido con un sol radiante, así que hoy ya hemos podido empezar el pedaleo por tierras de Albania. El personal del hotel en el que tuvimos que quedarnos anoche, debido a la lluvia, nos ha tratado muy bien, especialmente Amir, y esta mañana nos han agasajado con un estupendo desayuno. Nos habían hablado de la hospitalidad albananesa y, en esta cortísima experiencia, podemos corroborarlo.

Hemos empezado el pedaleo y lo primero que nos ha llamado la atención son algunos de los vehículos que nos hemos ido cruzando por la carretera (carros tirados por animales, motocarros para llevar todo tipo de carga, parejas de ancianos en moto sin casco, por supuesto…).

Uno de los motocarros tan frecuentes por aquí

En una hora entrábamos en Shkodër. No teníamos por qué venir necesariamente a la ciudad pero queríamos conocerla, así que nos hemos desviado para visitarla. Lo primero que llama la atención de la ciudad es un cierto caos en el tráfico, una intensa vitalidad en sus calles y la cantidad de pequeños puestos de venta ofreciendo todo tipo de mercancías. Por un momento se dejan ver pinceladas africanas.

Hemos llegado al centro de la ciudad y, dando una pequeña vuelta junto  a la mezquita Xhamia e Madhe, nos hemos vuelto a encontrar con nuestros viejos amigos alemanes, con los que ya es la tercera o cuarta vez que nos cruzamos. Esta vez venían acompañados de dos simpáticos ingleses que van de Londres a Estambul. Estos van contando su viaje a través de instagram con unas fotos maravillosas. Os dejamos el enlace por si queréis verlas: @hackisoutthere

Después de pasear un rato por Shkodër y cambiar algo de dinero, hemos reemprendido la marcha. A los pocos kilómetros de dejar la ciudad nos han alacanzado dos ciclistas con alforjas y hemos parado a conversar. Era una pareja que viene de Croacia, de Makarska, ciudad que cruzamos hace unos días y con la intención de llegar a Nepal, ¡guau!. Enseguida hemos conectado y hemos seguido unos kilómetros juntos. Hemos parado a comer improvisando un pequeño picnic.

Picnic con Ivana y Robert

Después, hemos continuado hasta Lezhë, lugar en el que estamos, y hemos venido a parar a un pequeño pero acogedor camping regentado por un simpático y amable chico, llamado Albano, que ama España y al Madrid. Ha sido fantástico conocer a Ivana y Robert, son una pareja majísima. Os dejamos también su instagram por si queréis ver su viaje: @2bikeriders

Es muy agradable en los viajes encontrarse con gente a la que, después de unos minutos, parece que la conoces de toda la vida. Ivana, Robert, os deseamos lo mejor para vuestro viaje, ha sido un placer compartir estos momentos.

Mañana esperamos llegar a Tirana e intentar conocer un poco la ciudad. Como siempre, os mantendremos informados.