Etapa 45: Egialia – Xylokastro (76 Km)

Hoy acabamos nuestro segundo día de pedaleo por tierras helenas disfrutando muchísimo del trayecto.

Esta mañana hemos desayunado en el camping de Egialia. Ya no recordaba las especialidades de café de por aquí. Cuando he pedido uno en el bar del camping la camarera me ha preguntado si quería un frappé o un expresso. El primero es un café batido con hielo que los griegos toman a todas horas pero yo quería un café solo, normal, así que he dicho que expresso. Ella me ha preparado el café, lo ha metido en una cazuelita y lo ha batido con hielo. Ese es el expresso de aquí así que yo, con cara de lelo, le he dicho que lo quería caliente. Muy amablemente me lo ha preparado y me ha aclarado que aquí hay que especificar que se quiere un café caliente ya que el noventa por ciento de la gente lo toma frío. Por cortesía me he tomado los dos.

Con doble ración de cafeína hemos reemprendido la ruta por la antigua carretera nacional de Patras a Atenas. El tráfico, como decíamos ayer, es muy escaso y las vistas al golfo de Corinto maravillosas.

La nota discordante en toda la zona son las numerosas montañas de basura que se agolpan a los lados de la carretera. Habíamos visto esto en Albania pero no esperábamos encontrarlo por aquí.

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Basura amontonada junto a la carretera

No obstante, en uno y otro caso suponemos que responden a diferentes motivos. En Albania está claro que se debe a la ausencia de servicios de recogida y centros de tratamiento. Aquí, en Grecia, todo parece apuntar a una huelga de recogida de basuras que, a tenor del aspecto de los montones, ya debe durar varias semanas. Y es que, por lo poco que hemos leído, parece que últimamente en Grecia las huelgas se cuentan por decenas.

Tras unos cuantos kilómetros la carretera se aleja un poco de la costa hacia el interior. Por toda esta zona de Acaya (cuna de los antiguos aqueos de la Odisea), abunda el cultivo de cítricos, especialmente el limón, pero tampoco falta la vid, el olivo y el cereal. Es decir, puro paisaje mediterráneo.

Hemos pasado cerca de varios yacimientos arqueológicos de época micénica y clásica. Obviamente, todo esta parte del Peloponeso ha sido un lugar densamente poblado desde antiguo. Por ejemplo, en Egio están las ruinas de una casa del periodo clásico.

Tras unos treinta kilómetros de pedaleo hemos parado en Diakopto, un pueblecito con una curiosa estación de  ferrocarril. En la terraza de un bar situado frente a ella hemos tomado un café, esta vez sí, frappé. Qué le vamos a hacer, donde fueres haz lo que vieres. La camarera ha sido muy amable con nosotros y, en general, la mayoría de la gente también lo es. Notamos mucha calidez en el trato.

Después de Diakopto la carretera va totalmente pegada a la costa y es a partir de aquí donde hemos disfrutado de las vistas más espectaculares.

Ante semejante belleza y un nada desdeñable calor, no hemos podido evitar bañarnos en las aguas del golfo de Corinto. Y hemos reincidido varias veces a lo largo de la etapa.

Tras comer en una playa un par de bocadillos que llevábamos, hemos continuado camino. Y a los pocos kilómetros, en un lugar llamado Likoporia, hemos sentido unos gritos de «stop, stop«. Era un señor que comía en la terraza de su casa con unas hermosas vistas al mar.

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Casa de Sotirios

Cuando hemos parado, ha dejado de comer y ha entrado raudo y veloz a su casa. Al poco salía con una bolsa llena de albaricoques y limones para nosotros. Tras esto, ha ido a la tienda de al lado y ha vuelto con una botella de agua fría y dos refrescos de limón. Y hemos empezado a intentar entablar una conversación, o algo parecido, ya que Sotirios, como se llama el hombre, no hablaba apenas inglés. Pero una vez más, las ganas de comunicación llevan a comunicarse. Lo primero que nos ha preguntado es lo obvio, que de dónde venimos. Tras decirle que de España nos ha contestado con un: «president caput«. Parece que hoy ha sido una de las noticias del día en todo el mundo. Después, nos ha dicho que es topógrafo y nos ha enseñado su maletín de herramientas. Por lo que le hemos entendido, también nos ha explicado que antes de la crisis cobraba mucho más que ahora (algo así como 3000€ antes y 1000€ ahora). Pero todo esto entra dentro de la especulación interpretativa que hemos ido construyendo intuitivamente a partir de sus palabras en griego. También hemos aprovechado para preguntarle si el monte que se veía al otro lado del golfo es el Parnaso. Le hemos entendido que, efectivamente, está ahí pero detrás del monte que vemos. Y debajo está Delfos, el lugar del famoso oráculo. ¡Cuantos estímulos a los amantes de los mitos nos ofrece esta tierra!

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Detrás del monte que se ve están el Parnaso y Delfos

Qué gran tipo este hombre. Por lo visto Sotirios, en griego, significa salvación. Buen nombre para un rescatador de naúfragos como él.

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Con Sotirios

Nos hemos despedido intentando expresarle nuestro más sincero agradecimiento por tanta hospitalidad. Cuando estás fuera de casa, estos detalles son muy gratos y dicen mucho de las gentes de un lugar.

Después del encuentro con Sotirios nos hemos vuelto a dar un baño en una de las infinitas playas del camino.

Y ya frescos, hemos pedaleado los últimos kilómetros que nos quedaban hasta Xylokastro, un turístico pueblo cuyo nombre deriva de un castillo de madera que hubo aquí hacia el siglo XIII. En esta época no hay apenas turismo y lo poco que hay es en su mayoría local.

Tras un bellísimo atardecer, nos hemos acercado a cenar a una terraza del pequeño puerto.

Nos hemos sentado y el camarero se ha puesto a cantarnos la carta como si fuésemos unos griegos más y, por supuesto, no nos hemos enterado de nada. Al menos está claro que no tenemos pinta de alemanes.

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