Šibenik y Trogir distan entre sí apenas cuarenta kilómetros por la carretera principal. Pero nosotros hemos preferido hacer una ruta un poco más larga, bordeando la costa del cabo que las separa. Y no nos hemos arrepentido.
La mañana ha salido un poco grisácea en Šibenik pero no llovía y las calles y terrazas de la ciudad estaban animadas. Nos hemos tomado un café junto al teatro municipal disfrutando de los últimos ratos allí y hemos empezado el camino.

Al salir de la ciudad nos hemos topado con varias estatuas más de homenaje a Dražen Petrović en un típico barrio de la época socialista, posiblemente el lugar donde se crió.

Enseguida hemos abandonado la carretera que va directa a Trogir y Split para desviarnos por la ruta costera. El tráfico por este lado es mucho menor y los paisajes, como hemos ido descubriendo, una maravilla. A ratos se ha puesto a llover y la temperatura ha bajado un poco así que nos ha tocado abrigarnos mejor.
La primera vista que nos ha emocionado ha sido la de la pequeña Krapanj, la isla habitada más pequeña y baja del Adriático, según dicen.
Es un pueblecito de casas de piedra caliza que se disputan el poco terreno que tienen entre sí formando un laberinto de estrechas callejuelas. Este entramado urbano es característico de toda la zona, aprovechando pequeñas islas (como Krapanj) o pequeñas penínsulas conectadas al continente por un estrecho paso (como Trogir, Tribunj, Primosten…) con una intención defensiva.
Un poco más adelante nos hemos topado con una enorme muralla sobre un brazo de tierra que forma un estrecho entrante de mar hasta un pueblo llamado Grebaštica.

Después, leyendo un poco, hemos descubierto que fue parte de un muro defensivo del siglo XV que se construyó como medida protectora frente a los ataques del turco, especialmente para frenar una potencial invasión de Šibenik. El paisaje en esta parte es una delicia. Un mar azulado salpicado de verdes islas.
Por un momento se ha levantado el viento con una molesta lluvia pero, por suerte, ha sido breve. Hemos continuado disfrutando de los atractivos recovecos que forma la costa hasta toparnos con un precioso pueblo encaramado en el promontorio de una pequeña península unida a tierra firme por un fino brazo de tierra.

Una vez más, el mismo tipo de emplazamiento que hemos descrito antes. El pueblo se llaman Primošten y ciertamente es un primor. Hemos parado a degustarlo y descansar un poco.


Cuando nos íbamos no podíamos dejar de mirar la bella estampa que forma el pueblo rodeado de agua y con un espectacular catálogo de nubes en el horizonte. Un autobús de japonenes había parado para que se hartaran de hacer fotos al pueblo. Nosotros no hemos querido ser menos.

Es curioso como, al igual que en otros lugares, los paisanos se han buscado la vida para superar las dificultades impuestas por el terreno y poder cultivar la tierra para producir vino. Qué tendrá esta caldo que tantos esfuerzos hace el hombre para obtenerlo.

Durante unos cuantos kilómetros la carretera se aleja un poco del mar para retornar a él en una estrecha bahía en la que se ven zonas de cultivo de moluscos. Siguiendo la línea de la costa hemos llegado a Trogir.

Lo primero que aparece ante la vista nos es la pequeña y hermosa ciudadela medieval sino la imponente figura de los barcos que se construyen en el astillero de la ciudad. También se ven las casas en la ladera de la isla de Čiovo, que queda frente a Trogir.

Trogir es una lugar de larga historia. Los griegos, los romanos, los venecianos, el Imperio Austrohúngaro… todos han pasado por aquí y han dejado su poso en el limitado espacio de la ciudad. Y todo ello se conserva casi intacto formando un armonioso y bellísimo conjunto. Tanto es así que la Unesco la incluyó en el listado de ciudades Patrimonio de la Humanidad con los siguientes argumentos: «Trogir es un notable ejemplo de continuidad urbana. El plano de la calle ortogonal de este asentamiento isleño se remonta a la época helenística y fue embellecido por sucesivos gobernantes con muchos edificios y fortificaciones públicas y domésticas. Sus bellas iglesias románicas se complementan con los edificios renacentistas y barrocos de la época veneciana«. No lo podríamos explicar mejor.