Hoy enlazamos dos bellísimas ciudades que acogen en su interior algunas de las joyas del renacimiento italiano. Hemos salido de Cremona con un día bastante grisáceo. Finalmente no hemos esperado a la apertura del museo del violín, no queríamos demorarnos pues el día amenazaba lluvia.
El paisaje ha sido muy similar al de estos días, la vasta y fértil llanura padana. La gran mayoría de los campos se dedican al cultivo de cereal, en otros se ven parcelas de forraje para el ganado (especialmente vacas lecheras para elaborar el Grana Padano), y en menor medida viñedo.

Tras un par de horas de pedaleo hemos parado en un pequeño bar regentado por una simpática y vital anciana. Hemos tomado un café pero unos parroquianos que andaban bebiendo chatos de vino de una frasca de cristal nos han invitado a probarlo. Era un vino blanco espumoso (frizzante que dicen por aquí), muy parecido al cava. Y estaba muy bueno, la verdad, aunque después de esta cata nos ha costado enderezar la bici. Suerte que por estas carreteras apenas pasan coches. Tampoco se ven muchos pueblos. Lo que más abundan son explotaciones agrícolas que conforman conjuntos de caseríos con iglesia al modo de las masías catalanas.

La verdad es que es un paisaje que resulta bastante monótono. Cuando llegas a ciudades como Cremona o Mantua, después de muchos kilómetros por las llanuras agrícolas, resultan aun más sorprendentes. Es de admirar que de estos paisajes tan monótonos surgieran estas ciudades tan excepcionales.

Hemos llegado a un pueblo llamado Piadena, que hace las funciones de cabeza de comarca, con la intención de comer. Pero nos ha costado encontrar un restaurante o algo similar en el pueblo y cuando al final hemos encontrado uno resulta que estaba lleno. No nos ha resultado simpático este lugar. Hemos continuado pedaleando con menos fuerzas y más hambre cada vez. Al final hemos llegado a otro pueblo llamado Bozzolo y aquí si que hemos conseguido comer pero por los pelos, ya que habían cerrado la cocina (eran las 2 del mediodía). Este pueblo tampoco nos ha llamado especialmente la atención. Como curiosidad, en una de sus casas hemos visto una placa conmemorando que Mozart anduvo por allí de paso.

La verdad es que todos los pueblos que hemos pasado nos han dado la sensación de tener muy poca vida en sus calles. Quizás haya influido que hoy era fiesta, pero aún así sospechamos que mucha vida no tienen.

Hemos atravesado un parque natural llamado Oglio Sur, que recorre parte del tramo de este río y un poco antes de llegar a Mantua, hemos pasado por un pueblo llamado Grazie, que alberga en su interior un santuario enclavado junto al parque del Valle del Mincio, una enorme zona verde preciosa junto al río del mismo nombre. Hoy, festivo, estaba lleno de gente disfrutando de los encantos de este agradable enclave. Desde aquí a Mantua hemos venido por un tranquilo carril bici junto al lago.
El centro de Mantua alberga joyas como la Plaza Sordello, en la que se concentran algunos de los edificios renacentistas más emblemáticos de la ciudad. Como mañana dan lluvias y como nos apetece degustar esta ciudad quizás le dediquemos dos días.

A los aficionados a la música, Mantua nos resulta muy evocadora. Aquí, la corte de los Gonzaga, con el impulso esencial de Isabel de Este, ejerció un importantísimo mecenazgo que favoreció el nacimiento de algunas de las obras esenciales de la historia de la música como muchas de las frottolas que fueron el antecedente directo del madrigal. Pero la gran obra de aquel tiempo en estas tierras fue, sin duda, el Orfeo de Monteverdi, obra que muchos consideran la primera ópera de la Historia. Ahora, estando a apenas unos metros del lugar en el que se estrenó, nos resulta emocionante pensar en ello.

Hemos dado un paseo por sus calles aunque la tarde está lluviosa y desapacible. Finalmente nos hemos metido en un bar para hacer un aperitivo. Otro día os contamos en qué consiste este interesante modo de alternar que tienen los italianos al que nos hemos aficionado. Lo que no nos ha entusiasmado tanto es la bebida que suelen tomar para ello, el Spritz, una mezcla de sifón y un licor que sabe a aquellos sobres para las anginas.