Última etapa de este pequeño periplo mediterráneo. Esta mañana ha sido la más fresca de todas. El termómetro ha bajado hasta los ocho grados (cosa que en Soria sería una bendición, claro) y hasta que no llevábamos un par de kilómetros de pedaleo no hemos empezado a entrar en calor.
Nos hemos alejado de Castellón a través de un carril bici, primero, y de varios caminos agrícolas después. Hemos cruzado por Almassora, Burriana (donde nos hemos encontrado a sus majestades), Nules Xilxes…

En esta zona nos ha llamado la atención que, en primera línea de playa, se han conservado las pequeñas casas de pescadores de una sola planta y los grandes bloques de apartamentos han quedado detrás. Estas pequeñas casitas dan directamente a la playa y hemos jugado a imaginarnos vivir en una de ellas.

Por lo demás estas zonas están bastante dejadas. La periferia de estos pueblos está compuesta de parcelas abandonadas o mal cuidadas, muchas veces llenas de escombreras y residuos varios. También se ven bastantes zonas a medio urbanizar pero ya abandonadas y con los carteles de se vende con la firma de varias de las entidades bancarias rescatadas entre todos. En fin…No es un paisaje demasiado amable la verdad y da pena porque podría haber sido muy diferente.

Entretenidos en estas observaciones y pedaleando ya con una temperatura mucho más agradable hemos llegado a Sagunto Puerto. Hemos seguido el camino agrícola paralelo a la carretera nacional 320 para cruzar el pueblo pero, ojo, recomendamos dejarla a un lado y seguir por las calles del polígono industrial que queda al sur porque la carretera nacional se convierte en autovía antes de llegar a Puçol y se puede convertir en un tramo desagradable. En cambio, avanzar por el camino agrícola es todo un placer, sobre todo si se van haciendo pequeños avituallamientos en los naranjos del camino.

Desde Puçol hay que continuar por un carril bici por el cual ya habíamos pasado hace un par de años, conocido aquí como la «ruta del colesterol». Después, hay que seguir por un carril bici paralelo a la carretera, que atraviesa un continuo de polígonos industriales y que desemboca en un carril bici que atraviesa una zona de pequeñas huertas y alquerías hasta llegar a Valencia capital.

Llegar a meta tiene siempre un sabor agridulce. Por un lado es muy satisfactoria la sensación de cumplir un objetivo a través de tu propio esfuerzo. Pero por otro lado, supone el fin de otra aventura y la vuelta a las rutinas habituales. Lo bueno es saber que aún quedan muchos caminos por recorrer.
