Poco a poco nos vamos acercando a nuestro destino: Estrasburgo. Nos queda una etapa, si todo transcurre según lo esperado, para alcanzar la meta. Han sido dos semanas intensas pero se nos han pasado volando. Hoy estamos disfrutando de la belleza de Colmar y de los exquisitos vinos alsacianos.

Pero para llegar aquí hemos tenido que pedalear unos cuantos kilómetros desde Mulhouse. Hemos dejado el camping a eso de las diez. Para llegar a Colmar hemos tenido que seguir el mismo canal que hemos traído desde hace días, que une el Ródano y el Rin, hasta alcanzar el Gran Canal de Alsacia, que transcurre paralelo al Rin.

A partir de ahí hemos avanzado en dirección norte paralelos a ambos cauces. El Rin separa las fronteras francesa y alemana. De hecho, hemos pedaleado a unos pocos cientos de metros de la frontera alemana. A veces se vería claramente el territorio germano ya que la parte francesa es toda la llanura alsaciana mientras que en la parte alemana se ven algunas colinas elevadas. La llanura alsaciana corresponde al hundimiento de las placas tectónicas en compesación a las elevaciones próximas del Jura y los Vosgos. Es lo que se conoce como un graben o fosa tectónica y es el lugar que aprovecha el Rin para avanzar en dirección a la Selva Negra.

Así, todo el camino lo hemos hecho en llano, sin ninguna cuesta que subir. La única dificultad ha sido la lluvia, que ha vuelto a aparecer con intensidad, y alguna carretera con un poco de tráfico que hemos tenido que seguir cerca de Colmar.

Por lo demás hemos disfrutado de la etapa. Hemos cruzado una ciudadela fortificada encargada por el marqués de Vauban en Neuf Brisach y que, junto a otras, forma parte del patrimonio mundial de la Unesco. Esta ciudadela responde a la necesidad de controlar un paso fronterizo siempre conflictivo por su proximidad a Alemania. De hecho Friburgo está a tan sólo treinta kilómetros de aquí. La ciudadela de Neuf Brisach tiene forma hexagonal y es el prototipo de otras muchas que se han hecho después.


A partir de aquí nos ha caído una intensa lluvia hasta que hemos llegado al precioso bosque de Neuland por el que hemos entrando tranquilamente a Colmar.

Colmar es una ciudad realmente pintoresca. De hecho, en su centro histórico mantiene un núcleo armonioso de construcciones tradicionales alsacianas.

Por todos los pueblos que hemos recorrido hasta aquí hemos ido viendo este tipo de construcciones pero en ninguno tantas y tan bien conjuntadas.

Hemos dado unos buenos paseos por la ciudad y hemos acabado de la mejor forma posible, degustando los deliciosos vinos de la región en un bar-degustación que la «denominación de origen» de Alsacia ha puesto en un bello edificio del centro histórico. Alsacia es reconocida por sus vinos blancos y su crémant (una especie de cava). Hemos degustado varios, pero el que más nos ha gustado ha sido el de la variedad Riesling. También hemos probado el crémant y no nos ha defraudado en absoluto. Para acompañar, hemos probado el queso más famoso de la región, el munster. Es un queso muy cremoso de buen sabor pero de olor terrible. De hecho, más vale que lo acabemos pronto o habrá que cambiar de alforjas.

Mañana haremos la etapa entre Colmar y Estrasburgo. Para llegar a éste tendremos que pasar por la carretera del vino, una ruta que atraviesa el corazón de la zona vinícola de Alsacia. Quizás tengamos que hacer algún que otro avituallamiento. A ver si conseguimos llegar serenos.