Estamos en Estrasburgo, que era nuestro objetivo inicial, así que podemos decir que hemos alcanzado la meta de este viaje.

En total han sido 1385 km de pedaleo en diecisiete etapas. Comparado con los que hacen los ciclistas del Tour de Francia no es mucho, pero nos ha dado para conocer de cerca unas cuantas regiones de Francia, sus paisajes, sus vinos, su comida…

Ayer disfrutamos de Colmar y hoy hemos partido de ella con una mañana soleada como hacía días que no teníamos. Nos hemos dirigido hacia el oeste, en dirección a los Vosgos, para buscar la conocida ruta de los vinos de Alsacia. Todas las laderas de la montaña que acaban en la llanura alsaciana, están cubiertas de viñedos. Es impresionante la densidad de plantaciones que hay por kilómetro cuadrado.

La ruta es de postal. Por un lado, las laderas de los Vosgos están salpicadas de antiguas fortificaciones que tenían por objeto controlar toda la planicie de Alsacia. Por otro, el propio terreno de viñas forma un vistoso mosaico. Y para rematar, los pueblos que vamos encontrando albergan en su interior conjuntos urbanos muy pintorescos creados por las coloridas casas de estilo alsaciano.

La ruta prometía pero teníamos un problema: los coches. Esta carretera tiene mucho tráfico, ya que mucha gente viene de vacaciones por aquí.

Para evitar la carretera, hemos intentado buscar una alternativa más hacia el interior y claro, nos ha tocado subir una cuesta que nos ha dejado tocados para todo el día. Lo bueno es que después de subir hemos podido disfrutar de unas vistas espectaculares. En lo más alto de este promontorio, nos hemos encontrado una necrópolis de la II Guerra Mundial, y un monumento de homenaje a los soldados americanos muertos en territorio alsaciano.

No sabemos por cuantas bodegas hemos podido pasar hoy pero en verdad que han sido cientos. En cada pueblo no hay otra cosa que bodegas. De todas formas no hemos parado a hacer ninguna degustación porque igual nos acababa de dar la pájara. Además ya pudimos probar ayer algunos de estos vinos.

La ruta del vino nos ha gustado mucho pero ha sido un constante sube y baja de pequeñas colinas que nos hacía parecer que no avanzábamos. Cuando hemos llegado a un pueblo llamado Barr, hemos optado por salir de las colinas, abandonar definitivamente esta ruta y pedalear hacia el este en busca de la planicie de la cuenca del Rin para poder pedalear tranquilamente los últimos kilómetros. Así, no sin bastante esfuerzo, hemos conseguido llegar a Estrasburgo.

La primera impresión ha sido estupenda. Es una gran ciudad pero con el espíritu de los pequeños pueblos alsacianos. Mañana tenemos todo el día para conocerla un poco más a fondo y, sobre todo, para poder estirar las piernas y dejarlas descansar del pedaleo.

Así que, una vez más el viaje se termina (sólo por el momento). Esperamos que podamos volver a contaros nuevas experiencias sobre las dos ruedas.
