No, no os penséis que hemos llegado al final de nuestro periplo. Meta es el nombre del destino de la etapa de hoy, en la península Sorrentina. Hemos salido de Nápoles hacia las diez de la mañana, en compañía del gran Giacomo, nuestro amigo napolitano, que nos ha acompañado hasta Pompeya después de invitarnos ayer a probar los dulces napolitanos, el helado, el café y la pizza, ¡qué gran anfitrión Giacomo!.
Hemos llegado a Pompeya a través de la carretera de la costa, la cual tiene un pavimento de grandes adoquines que hacen un poco incómodo el trayecto. Como era domingo, había mucha gente por las calles y un poco de tráfico por la carretera. El otro día decíamos que el tráfico de Nápoles no era para tanto pero hoy nos vais a permitir una pequeña rectificación. No es que sea especialmente caótico, pero sí un tanto más anárquico que en otros lugares. Aquí, primero se mete el morro del coche y después se mira. Según Giacomo, cuanto más al sur la gente anda más alocada…Hemos pasado muy cerca del Vesubio, junto a Ercolano y Torre del Greco y no podíamos dejar de pensar e imaginar cómo debieron ser los días de la gran erupción del año 79 d.C.
Al llegar a Pompeya nos ha sorprendido el enorme gentío que se arremolinaba en torno a una iglesia, el Santuario della Virgen del Rosario de Pompeya. Había hasta una banda de música tocando. Debe de ser un lugar habitual de peregrinaciones pero nos ha dicho Giacomo que ese ambiente es lo normal los domingos.
Hemos tomado un café en la plaza y después nos hemos dirigido a la entrada del yacimiento arqueológico. Cuando hemos llegado, nos ha decepcionado bastante que nos obligaran a dejar las bicicletas fuera del recinto del yacimiento, a pesar de que había mucho espacio dentro. Es una de esas posturas normativas que no acabamos de entender. Hemos ido al parking de coches para que, por lo menos, estuvieran en un lugar cerrado y no correr peligro de que se las llevaran. Para nuestra sorpresa, en el parking guardan coches, motos, caravanas… pero bicis no. Así que, finalmente, hemos tenido que dejarlas atadas en la calle. Como había un kiosco junto a la puerta nos hemos tomado un par de zumos y le hemos pedido al dependiente que las fuera echando un vistazo. Al salir, hemos respirado aliviados de verlas pero sin acabar de entender las trabas que se han empeñado en ponernos… Parece que todo es mucho más fácil para los coches.
En la puerta de entrada al yacimiento arqueológico nos hemos despedido de Giacomo con pena. Es curioso como, en apenas dos días y hablando idiomas diferentes, uno puede conectar tanto con alguien. Ayer hablábamos de eso entre nosotros. Giacomo, si lees esto, un fuerte abrazo y nuestros deseo de que todo te vaya estupendamente.
La visita a Pompeya es impresionante. Te transporta dos mil años atrás y te das cuenta de lo avanzados que estaban los romanos o lo poco que hemos progresado desde entonces en muchos aspectos. Una vez más, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?.
Después de algunas horas apasionantes pero agotadoras dentro del recinto, hemos salido a comer algo. Tras reponer fuerzas, hemos reemprendido el camino rumbo a la península Sorrentina. Hemos cambiado el asombro de la historia por el de la naturaleza. El relieve costero en esta parte de la bahía de Nápoles es todo un espectáculo. La costa cae abruptamente hacia el mar en vertiginosos acantilados y, salpicando las laderas de los escarpes, se distribuyen casas, villas, iglesias… con el Vesubio siempre presente al norte, como un vigía insomne.
Así, boquiabiertos por tanta belleza, hemos venido pedaleando hasta Meta, en el Piano de Sorrento.
Mañana cruzaremos al otro lado de la Península, hacia la costa amalfitana, uno de los lugares que domina nuestros anhelos desde hace tiempo.