Hoy, a pesar de la lluvia que nos ha acompañado después de pasar Besançon, hemos logrado hacer una etapa de casi cien kilómetros.

Muy cerca de Osselles, el pueblo en el que hemos dormido, hay unas cuevas bastante famosas. Nos hubiera gustado visitarlas pero cuando se hace un viaje en bici hay que economizar mucho las salidas de ruta. Así que hemos puesto rumbo a Besançon, una ciudad de la que apenos sabemos nada pero cuyo nombre ya nos resulta sugerente.

El camino ha seguido junto al canal del Ródano al Rin. A mitad del mismo, entre Osselles y Bessançon, hay un curioso tunel por el que atraviesa el canal. Ya habíamos visto uno así en el canal del midi, pero esto tiene una particularidad. Por ambas entradas al mismo caen dos cascadas de agua que, cuando un barco se acerca, se cortan automáticamente gracias a un sensor. Por lo que hemos entendido de los paneles explcativos, debe ser una especie de performance de una artista. Además de esto, el interior debe estar recubierto de espejos y obras de arte, lo cual no aseguramos ya que no hemos llegado a entrar.

Así de distraídos hemos llegado a Besançon. La entrada es espectacular ya que, en lo alto de unos riscos, aparece imponente la enorme ciudadela. Esta ciudad se encuentra enclavada en un cañón formado por el río Doubs. Dada la envergadura de su ciudadela suponemos que sería un lugar importante para tener defenderlo así. La ciudad en sí no está mal, pero tampoco es de las que te dejan prendado. Eso sí, tiene fama de ser una de las ciudades más limpias y verdes de Europa, y su calidad de vida ha sido reconocida en múltiples ocasiones. Además es el lugar de nacimiento de Víctor Hugo.

Bueno, después de dar unos paseos por la ciudad (hemos de confesar que no nos hemos atrevido a subir a la ciudadela) hemos continuado la ruta. Hemos seguido el canal, que se mezcla con el Doubs y se encajona en un impresionante cañón cubierto de frondosos bosques. El paisaje es espectacular aunque la intensa lluvia que ha empezado a caer no nos ha dejado disfrutarlo del todo. Eso sí, las neblinas que se han formado en los bosques de las laderas del cañón le han dado un toque aún más especial.

Hemos rodado unos sesenta kilómetros hasta el pueblo en el que estamos pasando la noche, L´Isle sur le Doubs. Como podéis imaginar, seguimos al borde del río, aunque por esta parte el encajonado cañón ha dado paso a un valle mucho más abierto. La lluvia sigue cayendo con una constancia pasmosa. Esperamos que para mañana se haya cansado un poco y nos deje pedalear con la ropa seca.