Etapa 50: Agrigento – Sciacca (77 kms)

Escribimos desde una casa rural cerca de Sciacca, con unas espectaculares vistas al mar y una huerta llena de rica fruta. Pero para llegar hasta aquí hemos tenido que sudar lo nuestro.

Ayer pasamos el día visitando la moderna Agrigento y el majestuoso Valle de los Templos. Nos ha gustado esta ciudad. Aunque a primera vista no asombra por su belleza, de sus rincones brota un aura que revela la cantidad de posos de historia que descansan entre sus piedras.

Un buen ejemplo de ello es la Iglesia de Santa María de los Griegos, del siglo V d.C pero construída sobre un templo griego del que aún quedan restos más que notables. Esto es Agrigento, y quizás toda Sicilia. Un sinfin de capas de historia superpuestas y entremezcladas formando un todo diferente.

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Hoy ha salido un sol de justicia y nada más empezar el camino ya nos goteaba el sudor. Nuestro termómetro ha alcanzado los treinta y cuatro grados hacia el medio día. No queremos imaginar lo que puede ser esto en pleno julio. Para compensar el calor, ha corrido una ligera brisa de levante que, según ha ido pasando el día, se ha ido haciendo más fuerte, ayudándonos bastante al final de la etapa.
Tras ver por última vez el insólito perfil del valle de los templos, hemos encarado el camino hacia Porto Empédocle. Esta ciudad portuaria debe su nombre al filósofo nacido en la vecina Akragas (Agrigento). Ya desde entonces, Agrigento es tierra fértil para la literatura. De aquí era, aparte del citado filósofo, Luigi Pirandello, premio Nobel de literatura en 1934. También de esta provincia, de Racalmuto, era Leonardo Sciascia, otro de los referentes de la literatura italiana y universal. Y de Porto Empédocle es Andrea Camilleri, del que os hablamos el otro día cuando le vimos en Ragusa. En las ficciones de éste último, su ciudad natal aparece con el nombre de Vigata. La vecina Agrigento aparece como Montelusa. Realmonte, por donde también hemos pasado, como Muntiriali y Sciacca, en la que nos encontramos hoy, como Fiacca. O sea que, si el otro día conocíamos la geografía cinematográfica de Montalbano, hoy hemos atravesado la literaria.

Por lo demás, Porto Empédocle es una ciudad que conserva muy poco de su pasado pesquero y exhibe mucho, quizás demasiado, de la arquitectura utilitaria de los años sesenta y setenta. Al menos en lo poco que nos ha dado tiempo a ver. Nos recuerda, en parte, a Licata, que atravesamos en la etapa anterior.
Hemos continuado junto a la costa y cerca de Realmonte, nos hemos topado con uno de los rincones más pintorescos y conocidos de la costa sur siciliana, la Escala dei Turchi.

Es una formación natural de margas blancas que forman una serie de peldaños que caen al mar. Este tipo de material abunda por toda la zona. El blanco radiante de la piedra y el azul intenso del mar forman un bello contraste. En verano es un lugar muy frecuentado pero en esta época no se ve a demasiada gente.

Desde aquí, hemos avanzado por carreteras secundarias sin apenas tráfico y algunos tramos de la SS115. Hacia el mediodía el sol atacaba con ganas y todo tomaba un aspecto duro y desolado.

Hemos pensado que, incluso hoy en día, deben de ser tierras difíciles de habitar. No es de extrañar que hayan hecho emigrar a muchos de sus paisanos. Sin embargo, vemos por las calles de los pueblos a jóvenes con rasgos sudaneses, quizás mauritanos… Suponemos que para ellos esto es mejor que el lugar de donde vienen. La rueda de la emigración es un mecanismo imparable, en estas tierras lo saben muy bien.
La mayoría del terreno cultivable está plantado de viñas, olivos, cereal y, en las partes más bajas, cítricos.

Los nombres de los pueblos que atravesamos nos resultan, en cierta forma, familiares. En toda esta región la presencia árabe fue notable durante la Edad Media. Después, la influencia española dejó también su poso. Es normal que la toponimía tenga similitudes con la nuestra. Abundan los prefijos Calat- o Calta- (Caltabellota, Caltanissetta, Calatabiano, Calamonaci..). Incluso vimos un pueblo llamado Arizza.
Hemos llegado a Sciacca a la hora de comer, con más sed que hambre. Nos ha costado un buen rato quitarnos el calor que llevábamos acumulado pero un buen gelatto italiano siempre ayuda.

Sciacca es un destino turístico conocido desde antiguo por tener unas de las más importantes termas de la isla. Además cuenta con un bello puerto y unos cuantos edificios de interés. Entre ellos destaca el castillo del Conde Luna, otro de los testimonios de la presencia española aquí.
Hemos dejado Sciacca y a unos diez kilómetros, hemos alquilado, por un precio estupendo, la hermosa casa de la que os hablábamos al principio.
Mañana nos dará pereza irnos pero hoy vamos a disfrutar de las fabulosas vistas y de la sabrosa fruta.

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