Hoy nos hemos pasado un poco de frenada. En ocasiones, las contingencias del viaje (buscar un lugar adecuado para dormir, especialmente) nos condicionan el final de la etapa. También hay que contar con que la ruta se nos ha empezado a complicar. Os resumiremos un poco el problema. La vía «natural” de llegada a Roma, para los que no usamos coche, es la conocida como Vía Francigena. Esta ruta es una especie de Camino de Santiago y ha sido el recorrido habitual de los peregrinos que acuden a la Ciudad Eterna durante siglos. Por ella es por donde nosotros pensábamos venir en un principio. Pero, si recordáis unas etapas atrás, nos encontramos con un chaval de Nápoles que había venido por la costa. Nos comentó que el recorrido era bueno, salvo algún tramo de más tráfico. La idea nos sedujo. Seguir pedaleando junto al mar y ya de paso, evitar unas cuantas etapas de bastante desnivel.
Lo cierto es que, hasta hoy mismo, el camino no ha estado mal. Ha habido algún tramo con más tráfico pero normalmente hemos rodado tranquilos. De hecho, el camino de hoy, hasta Grosseto, ha sido una delicia, pasando por lugares como Castiglione della Pescaia o la zona de Pinar de Marina de Grosseto.
El problema ha comenzado cuando, al salir de la ciudad de Grosseto, hemos visto que la carretera que seguíamos estos días, la Vía Aurelia, ya no está desdoblada como antes sino que sólo existe en su versión autovía. Obviamente, esa opción era inviable. Teníamos una alternativa por el interior, que daba un poco de rodeo, o una segunda consistente en buscar pequeños caminos y carreteras para lograr llegar hasta la costa. Hemos optado por la segunda. Al final, hemos dado una pequeña vuelta pero hemos conseguido nuestro objetivo, llegar a Albinia. Además, hemos atravesado parte del Parque Natural de la Maremma y hemos disfrutado de hermosos paisajes de la primavera toscana.
Una vez en ese pueblo, Albinia, pensábamos que el escollo estaba salvado y que mañana podríamos seguir tranquilamente hacia Roma. Ya no nos queda demasiado para alcanzarla y eso nos animaba. Pero, al analizar la ruta de mañana, hemos descubierto que la única forma de conectar Albinia con Roma por la costa es a través de la Vía Aurelia en versión autovía. Hemos buscado otras alternativas, pero nos obligan a ir hacia el interior para luego volver a la costa. Demasiados rodeos. Además, una vez llegados a Civitavecchia, a unos cincuenta kilómetros de la capital, alcanzar Roma se nos antoja un poco complicado. Estamos sopesando seriamente abandonar la ruta de la costa para buscar la Vía Francigena. Aún no lo hemos decido del todo pero es la opción que tiene más peso. Mientras tanto, seguimos preguntándonos por dónde vendría el mozo napolitano que nos recomendó esta ruta. Si algún día nos lo volvemos a encontrar le preguntaremos. Hasta entonces nos quedaremos con la duda. Es cierto que todos los caminos llegan a Roma, pero no de la misma forma.