Hay varias palabras que podrían resumir la etapa de hoy: disfrute, gozo… Y es que, en realidad, el recorrido por esta parte de la Riviera francesa es un auténtico placer. Durante todo el camino hemos seguido la carretera que discurre junto a la costa, con el mar siempre a nuestra derecha. El primer tramo hasta Cannes es, quizás, la parte más pintoresca. El macizo del Esterel se eleva prácticamente desde la línea del mar produciendo escarpadas laderas de un tono rojizo. La carreteza zigzaguea siguiendo la caprichosa orografía, que en esta parte de la ruta crea numerosas calas y lo que aquí llaman “calanques«, unas abruptas hendiduras que el mar provoca en la roca. Mientras avanzábamos hemos empezado a vislumbrar, en la lejanía, el perfil nevado de las primeras estribaciones alpinas lo cual crea un impactante efecto. El azul intenso del mar frente a la nieve de la montaña.
Esta carretera es muy frecuentada por ciclistas aficionados que suelen ir en grupo. Los coches, aunque abundan, avanzan con sumo respeto y cuidado. A media mañana estábamos en las calles de Cannes. Falta algo menos de un mes para su famoso festival pero la alfombra roja ya está puesta y llena de espontáneos jugando a ser famosos. No íbamos a ser menos.
Tras dar un pequeño paseo por el centro de la ciudad y almorzar en un agradable mercado, hemos continuado nuestra ruta junto al mar en dirección a Niza. A partir de Cannes el perfil de la costa se suaviza y da lugar a largas playas de aguas azul turquesa. Hemos hecho un alto en el camino en Antibes. El centro del pueblo conserva algo de la esencia de lo que debió ser en los días en los que Picasso trabajo aquí, pero hoy está sembrado de todo tipo de tiendas destinadas al turismo y rodeado de lujosos yates por todas partes.
Finalmente, hemos llegado a Niza hacia las cuatro de la tarde entrando por el fastuso Paseo de los Ingleses. Toda la parte moderna de la ciudad presenta ese aspecto, un tanto señorial, que caracteriza a las ciudades de veraneo de las clases adineradas. Pero el barrio antiguo delata su esencia mediterránea y su antiguo pasado italiano. Calles estrechas y sinuosas jalonadas de coloridos edificios. Eso si, todo repleto de turistas y diseñado para ellos. No queremos ni imaginarnos lo que puede llegar a ser esto en verano.